- ¿Quiénes fueron los padres de la cruzada farmacológica y cuál era su motivación?
Fundamentalmente Charles Henry Brent, designado por Estados Unidos obispo en Filipinas, el cual convocó en 1903 una conferencia internacional en Manila para prohibir el uso del opio. No deja de ser curioso que a la misma asistieran también obispos protestantes; por una rara vez no hubo diferencias entre ellos, ante el gran flagelo que les parecía el uso del opio. La motivación fue instaurar mercados como el de la morfina o la heroína. Una represión que buscaba dar un salto del primitivismo a la Ciencia, borrando esta lacra del uso del opio por parte de razas pueriles y sustituyéndolo por morfina para casos clínicos.
A tal situación, obviamente derivada de las guerras del opio, podemos sumarle la Doctrina del Destino Manifiesto (el gran despertar), de finales del Siglo XIX. Emergieron en Estados Unidos multitud de Pastores de distintas creencias convencidos de que su país tenía como destino purificar a Occidente: “Una nueva nación, un nuevo mundo”. Para lograr su objetivo pretendieron acabar con los intoxicantes, el juego (legal hasta entonces) y la prostitución.
- ¿Cómo siguió todo?
Posteriormente, en 1914, se promulgó en Estados Unidos la Ley Harrison, que prohibía el libre tránsito de cocaína, opio, heroína y morfina. Del paquete legislativo que salió de allí deriva la Ley Volstead (1920), también conocida como Ley Seca.
Prohibiendo el alcohol, se llegó en Estados Unidos a cotas inauditas y desconocidas hasta la fecha de corrupción institucional, aparte de gravísimos problemas de salud por adulteración y, sobre todo, crimen organizado.
Trece años después, el convencimiento general de que era peor el remedio que la enfermedad indujo a la derogación de la Ley Seca, mientras que la represión de las demás sustancias, Ley Harrison, no dejó de crecer. A partir de ahí, hemos llegado incluso a legislar sobre lo inexistente con una Ley de Análogos que prohíbe cualquier cosa (descubierta o por descubrir y sea cual sea su estructura química) que altere la conducta.
Durante los años 30 y 40 del Siglo XX, el mundo no entendió esta iniciativa prohibicionista americana, y fue al final de la Segunda Guerra Mundial cuando Estados Unidos contagió al resto de países de la utopía de un mundo libre de drogas.
- Te he escuchado decir que la guerra contra las drogas acabará entre susurros. ¿ves cercano el momento?
La represión de aquella época de finales de la Segunda Guerra Mundial contaba con un plan quinquenal de lucha contra las drogas. A este plan le siguieron nueve más. Desde hace más de 20 años no se trata el tema, ya no se promueven iniciativas así.
Súmale que, en 1990, las drogas estaban entre las tres primeras preocupaciones de la sociedad y que, hoy en día, ocupan lugares muy bajos.
También hay que resaltar que, desde hace más de dos décadas, no se realizan en Bruselas las conferencias internacionales semanales de altos comisionados de lucha contra las drogas, las cuales contaban con formidables dotaciones económicas.
Acabará esta guerra entre susurros, sí, tal y como acabó la cruzada contra las brujas o contra la magia.
- ¿Prohibir el uso de drogas merma una parte del arsenal terapéutico?
Desde hace muchos años, vengo defendiendo ( y creo haber contribuido a ello con la Historia general de las drogas) que sustancias con usos milenarios no pueden ser catalogadas como nocivas de un día para otro. Todas las sustancias son neutras, y en nuestras manos está el uso que se le puede dar para convertirlas en remedio, veneno, sustáncias lúdicas o introspectivas.
Por otra parte, tenemos el derecho del uso de drogas para el fin que consideremos oportuno. Curiosidad, amor propio y responsabilidad son necesarios para usar las drogas. Es absurdo prohibir esto.
- Griegos y romanos temían al alcohol. ¿es necesario un periodo de abuso para alcanzar posteriormente una convivencia pacífica con cualquier droga?
Sí, es necesario puesto que no hay nada que sustituya a la experiencia. La aclimatación a un modificador de la conciencia lleva su tiempo, como cualquier otro aprendizaje.
Para ilustrar dicho aprendizaje basta observar el comportamiento frente a los alimentos. A la vista del sobrepeso que impera en Occidente, sabemos que no se ha aprendido a comer lo que realmente se necesita. El deseo compulsivo por la comida, la ansiedad consentida, la avidez, aparte de la relevancia mediática de la anorexia frente a la bulimia, manifiestan que estamos muy lejos de ese aprendizaje. Comer lo que el organismo necesita, y disfrutar sabores y no cantidades desorbitadas, se convierte en un arte, algo elegante, selectivo, algo que mejora la especie. Por desgracia, no es la norma. Me desagrada el casto silencio que impera sobre el quebranto orgánico que supone someter diariamente al organismo a tamañas cantidades de alimentos.
En resumen, para todo hace falta un aprendizaje.
- Disponemos del mejor arsenal terapéutico de la historia gracias a una industria farmacéutica cuajada de escándalos. ¿no es paradójico?
La industria farmacéutica sostiene y da de comer, directa o indirectamente, a millones de familias. Estos escándalos derivan de su propio volumen económico y bien pueden ser extrapolables a otras industrias de similar calado como los transportes o la construcción.
A mi juicio, industrias como Bayer o Merck, por citar alguna, constituyen verdaderos monumentos de la historia de la Ciencia.
- La medicina preventiva la ha tomado con el tabaco desde hace años…
La medicina preventiva nos vende que atajar con tiempo una dolencia nos puede ayudar a atenuar sus efectos. En la práctica, hay todo un rosario de de pruebas periódicas que, a mi juicio, no constituyen pauta de vida sana.
No se ha cuantificado el daño que produce al sistema inmune someterse a una indefinida búsqueda de datos biológicos anormales; y eso sin entrar en el escándalo de la manipulación de esos datos con fines comerciales. Hablo del colesterol. Tampoco se mide la repercusión psicológica que acarrea la noticia de una enfermedad grave, no digamos ya incurable.
Por mi parte, sostengo que cuanto más se busca, más se encuentra, y eso choca con el principio de incertidumbre, ley suprema e imprescidible para la vida. Sin incertidumbre no se puede desarrollar la vida, no podemos conocer todo cuanto nos va a ocurrir, ni vivir permanentemente aterrados ante la sospecha de una posible enfermedad.
Canetti, en su gran obra «Los emplazados«, describe una sociedad en la que cada habitante conoce la fecha de su muerte, lo que imposibilita el normal desarrollo de la vida. Es una bella metáfora del afán de prescindir de la incertidumbre.
Logicamente, ante la cuestión de si la información es libertad, me gustaría que esa misma máxima se aplicara a todos lo campos médicos; no sólo a los eternos análisis, también a la prohibición de determinadas sustancias.
En cuanto al tabaco, fumar es voluntario, y los que lo hacemos sufragamos con los impuestos directos los problemas que dicen que inexorablemente padeceremos. Espero algún día un estudio del impacto de los hipocondríacos sobre los recursos limitados de nuestra sanidad. Me gustaría saber el desfalco que produce el Homo sapiens hospitalarius en el sistema sanitario. Casualmente, de ese nadie habla. No acierto a entender qué derecho asiste a quien visita un hospital cien veces al año aquejado de síntomas menores.
- No me resisto a esta pregunta: quitando a newton y hegel, ¿podrías enumerar, a bote pronto, cinco talentos descomunales de la historia?
Einstein, por razones obvias.
Prigogine, por su reinterpretación de la termodinámica con sus estructuras disipativas.
Mandelbrot, por su maravillosa teoría de los fractales (pocas palabras hay en internet que se repitan más que esta).
Fritz Haber, por su desarrollo de la síntesis del amoníaco, proceso clave en la producción de fertilizantes. Sin su trabajo no se podría alimentar a la población mundial con la actual superficie cultivada.
Aristóteles, porque a mi juicio debe aparecer en cualquier lista de personas relevantes de nuestra historia. Es casi un marciano que fue puesto aquí para aportar un poco de sensatez.
- Siempre has defendido que prohibir sustancias demuestra miedo a uno mismo y prohibir el libre comercio demuestra miedo hacia los demás. La historia nos dice que los prohibicionistas convencidos siempre vuelven, una y otra vez. ¿consideras que está en la condición humana dejarlos actuar?
Entender algo es saber cómo nace y cómo muere, conocer su evolución (un concepto que viene de Hegel, aunque se suela atribuir a Darwin o Spencer, notables lectores suyos).
Conocer requiere esfuerzo y tiempo; siempre será más cómodo adoptar una simple clasificación taxonómica que nos venga hecha o impuesta que estudiar en profundidad.
Piensa que mientras el mundo simbólico es plano, el mundo real es muy rugoso, de profundidad infinita y, como tal, presenta muchas verdades. El mayor de los males que el ser humano se inflige es creer que hay una sola verdad y que se está en posesión de ella. Este es el origen de todos los males.
Los prohibicionistas y profetas no vuelven, siempre los tendremos aquí. Están convencidos de su tarea y no actúan con hipocresía, son consecuencia de la tantas veces esquizoide naturaleza humana. Frente a esto lo único que podemos hacer es dejar de ser tutelados y ejercer nuestros derechos.•
Martín Muñoz Méndez
Farmacéutico. Vicepresidente de AEFF
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