En 2014, España implementó el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN), coordinado por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). El objetivo de esta iniciativa es enfrentar el grave problema que representa la resistencia a los antibióticos para la salud pública, adoptando una estrategia «One Health» que abarca seis áreas de acción acordes al Plan de Acción mundial y europeo. Una de las principales medidas es la vigilancia del consumo de antibióticos de uso sistémico, que permite conocer la situación nacional y aplicar medidas para fomentar su uso responsable.
Durante la última década, el PRAN ha ganado peso en el esfuerzo por mejorar las cifras en el consumo de antibióticos, contribuyendo a sensibilizar tanto a la población general como al personal sanitario. Muestra de ello es que el secretario de Estado de Sanidad, Javier Padilla, anunció el pasado mes de octubre que en el próximo proyecto de presupuestos generales del Estado se incluirá, por primera vez, una partida destinada a impulsar el nuevo Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos. Además, a esta cobertura financiera se le sumará la normativa, que se está desarrollando junto a la AEMPS.
Se trata de un avance necesario para mejorar las cifras que se manejan en España. Un estudio de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), presentado en noviembre de 2023, reveló que más de 23.000 personas fallecieron ese año en los 30 días posteriores a diagnosticarles una infección por bacterias multirresistentes (BMR), unos resultados muy similares a los obtenidos en 2018 y 2019. Durante ese periodo, se registraron más de 150.000 infecciones por BMR, siendo la urinaria la más común y la neumonía la más letal. Además, se determinó que el microorganismo Escherichia coli BLEE fue el más prevalente.
Se trata, además, de un problema con un elevado coste para los sistemas sanitarios: sólo en España, según un informe presentado el pasado año por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el gasto anual podría alcanzar los 326 millones de euros. Este organismo, indica, además, que en 2023 España fue el cuarto país de la OCDE que más antibióticos consumió, solo por detrás de Grecia, Francia y Polonia.
En el próximo proyecto de presupuestos generales del Estado se incluirá, por primera vez, una partida destinada a impulsar el nuevo Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos
Consumo de antibióticos en España
En términos de consumo, según el PRAN, 2024 marca el tercer año consecutivo de incremento en el empleo de antibióticos del grupo J01 (antibacterianos de uso sistémico), con una tasa de 24,26 dosis diarias definidas por cada 1.000 habitantes (DDD) en 2023, lo que representa un aumento del 5% respecto a 2022. A pesar de esta tendencia reciente al alza, desde 2015 a nivel global ha disminuido un 13,5%.
El uso mayoritario de antibióticos sigue produciéndose en el ámbito comunitario, alcanzando un total de 22,66 DHD (Dosis Diaria Definida por cada mil habitantes y día), desglosado entre recetas públicas (16,19, DHD) y privadas (6,47 DHD), mientras que en los hospitales ascendió a 1,60 DHD. Desde 2015, el consumo comunitario y hospitalario ha disminuido en un 13,8% y un 10,1%, respectivamente.
En ambos segmentos, el grupo de antibióticos más utilizado son los antibacterianos betalactámicos de tipo penicilinas, seguido de macrólidos, lincosamidas y estreptograminas a nivel comunitario, y de otros antibacterianos betalactámicos en hospital (Figuras 2 y 3). Aunque el empleo de antibióticos en 2023 y 2024 ha aumentado, los niveles se mantienen por debajo de los de 2019. Este repunte es atribuido a factores como el incremento de infecciones respiratorias tras la relajación en el uso de mascarillas. Desde el PRAN sugieren estas causas excepcionales permitirán tener un margen de actuación en los próximos años.
Ámbito comunitario
En el ámbito comunitario, el consumo de antibióticos creció un 5,1% en 2023 respecto a 2022, principalmente en las recetas públicas. El mayor incremento fue en los antibacterianos betalactámicos tipo penicilinas, que crecieron un 6,9%, impulsados especialmente por el uso de amoxicilina (12,7%).
Otros grupos que acrecentaron su prescripción incluyen sulfonamidas y trimetoprim (6,1%), otros betalactámicos (6%) y quinolonas (4,1%). En cambio, el empleo de macrólidos, lincosamidas y estreptograminas, disminuyó un 7,7%.
A nivel global, los betalactámicos tipo penicilinas representaron el 55,3% de la ingesta total en la comunidad, seguidos de macrólidos, lincosaminas y estreptograminas (12,7%), otros betalactámicos (11%), quinolonas (9%) y tetraciclinas (6,5%). (Figura 2).
Uso hospitalario
El consumo de antibióticos en hospitales también aumentó un 2,6% en 2023 respecto a 2022, pero se mantuvo por debajo de los niveles de 2019. Las sulfonamidas y trimetoprim lideraron el incremento con un 11,6%, seguidas de las tetraciclinas (3%). Hubo, sin embargo, una reducción en el uso de macrólidos, lincosaminas y estreptograminas (6,6%) y otros betalactámicos (3,4%).
Analizando por principio activo y comparado con la situación previa a la pandemia, se registró un crecimiento significativo en el empleo de antibióticos críticos como colistina (32,2%) y meropenem (25,6%), mientras que la utilización de fluoroquinolonas como levofloxacino y ciprofloxacino disminuyó (23,1% y 16,4%, respectivamente).
Se recupera la estacionalidad
Desde el segundo trimestre de 2022 hasta finales de 2023, se observó una recuperación en la estacionalidad del consumo de antibióticos en el ámbito comunitario. El empleo de estos fármacos fue particularmente alto en el último trimestre de 2022 y el primero de 2023, compensándose con la bajada de los meses anteriores y posteriores.
Recomendaciones desde la oficina de farmacia
Uno de los objetivos del PRAN es educar y sensibilizar a la población en cómo utilizar correctamente estos fármacos. En este sentido, la oficina de farmacia desempeña un papel esencial en la educación sanitaria y en el uso racional de los antibióticos.
Las recomendaciones clave para la dispensación de antibióticos por parte del farmacéutico incluyen:
- Consulta médica: ante cualquier síntoma de enfermedad infecciosa, los pacientes deben acudir al médico, quien determinará el origen y tratamiento adecuado.
- Prescripción obligatoria: cualquier solicitud de dispensación de un antibiótico sin receta médica debe ser rechazada, tanto por motivos legales como sanitarios, y aprovechar esa situación para informar sobre los riesgos del uso incontrolado de estos medicamentos, no solo para el propio paciente sino también para el resto de la comunidad.
- Información sobre infecciones: debe insistirse a cualquier paciente que los antibióticos son inútiles contra infecciones virales como la gripe o el resfriado, ya que no son producidas por bacterias sino por virus.
- Evitar restos de tratamientos anteriores: los antibióticos sobrantes deben llevarse a la farmacia para su desecho seguro, evitando su empleo sin prescripción.
- Cumplir con el tratamiento completo: se debe instruir al paciente sobre la importancia de completar el tratamiento, ya que interrumpirlo puede facilitar la resistencia bacteriana, produciendo así una infección aún más grave y facilitando la diseminación de cepas resistentes.
- Dosis y duración específicas: la mayoría de los tratamientos con antimicrobianos prescitos en el ámbito extrahospitalario se establecen por periodos de entre 3 y 10 días. La duración y dosis de los antibióticos deben seguir estrictamente la receta, sin exceder ni acortar el tiempo indicado.
- Advertencias sobre posibles efectos adversos: los antibióticos son seguros, pero pueden causar efectos adversos en algunos casos, como alergias, especialmente a los betalactámicos, por lo que cualquier reacción (picores generalizados, erupciones cutáneas, etc.) debe notificarse al médico, y si tal manifestación tiene un carácter intenso o brusco (ahogos, edema en cara, cuello o extremidades, caída de la presión arterial, etc.), se debe acudir inmediatamente a urgencias. Por otro lado, en caso de diarrea persistente tras el tratamiento, también se debe de buscar atención médica.
En definitiva, la lucha contra la resistencia a los antibióticos es una prioridad de salud pública que abarca desde la investigación y la regulación hasta la conciencia ciudadana. Con iniciativas como el PRAN, que lleva a cabo una continua vigilancia del consumo y campañas de sensibilización, se busca no solo reducir la incidencia de infecciones por bacterias multirresistentes, sino también buscar opciones que contribuyan a la eficacia de los antibióticos en el futuro.
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