En los últimos años estamos asistiendo a cambios espectaculares en el funcionamiento de las empresas. La globalización ha provocado que todas las empresas, con diferentes intensidades según el tamaño, estén preocupadas hoy por las mismas cuestiones: competitividad, gestión responsable, innovación continua, desarrollo sostenible, entre otras. La importancia que adquieren todas estas variables está obligando a las empresas a acelerar todos los procesos decisionales internos para estar a la altura.
La oficina de farmacia, como empresa que es, no se escapa a recibir todas estas influencias externas y a tener que revisar y actualizar sus estrategias particulares.
Una consecuencia directa de los imperativos que impone el tener que competir en un mundo más exigente y global es la necesidad de disponer de auténticos líderes para poder idear e implementar las comprometidas decisiones que conlleva afrontar el futuro con fuertes inercias y destino incierto.
En mercados altamente competitivos, donde la exigencia conlleva provocar cambios inteligentes y conseguir un rendimiento superior, la capacidad de la dirección para desarrollar líderes adquiere un significado completamente nuevo y diferente. El nuevo papel del directivo consiste en entender la evolución, aprovechar las oportunidades, asumir riesgos, innovar, comunicar e involucrar en la visión, movilizar energías, descentralizar la toma de decisiones para conseguir más agilidad de respuesta y gestionar el cambio.
El liderazgo no es una elección voluntaria, sino un requisito básico, y no nos referimos solo a la propiedad, la necesidad de actuar siguiendo comportamientos de liderazgo debe abarcar a todos los niveles de la organización. Para entender la función, el proceso y los orígenes del liderazgo es interesante recurrir a la comparación con la gestión, una actividad mucho más habitual, con la que los profesionales se sienten más confortables por su naturaleza más predecible.
J.P. Kotter, profesor de liderazgo en la Hardvard Business School, desarrolló un modelo que giraba en torno a esta idea: liderazgo y gestión son funciones directivas complementarias, a pesar de que sus diferencias pueden resultar conflictivas, ambas funciones operan simultáneamente si se quiere actuar de forma integrada.
Para ganar eficacia en las organizaciones actuales es conveniente adoptar una actitud de cambio y adaptación constantes, que permita integrar estructura y procesos, creando nuevos enfoques y redefiniendo la visión y estrategia empresariales.
El término liderazgo, tal y como lo utiliza J.P. Kotter, se refiere al proceso de dirigir y movilizar personas e ideas en una determinada dirección, mediante medios inductivos que permitan generar espacios donde los profesionales puedan convertirse en líderes. La función clave del liderazgo es influir en las personas para producir cambios adecuados que permitan “crear el futuro”, tanto a nivel individual como colectivo.
La gestión y el liderazgo serían pues, dos dimensiones que debe poseer un profesional y que pueden desarrollarse y potenciarse.•
Lucía Langa
Profesora del Master en Gestión Oficina
de Farmacia (MGOF) del COFB,
Profesora de Desarrollo Directivo en EADA y
co-directora Masters en Liderazgo & Coaching
Organizativo y Alto Rendimiento Directivo
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