La vitamina K, es una vitamina liposoluble y el término “K” deriva del término alemán “koagulation”, que nos sitúa en la propiedad más reconocida de la vitamina K, su participación en el proceso de coagulación. Tradicionalmente, se explicaba que la vitamina K (estructura tipo quinona) se encontraba en dos formas esenciales, la Filoquinona (o vitamina K1), que es de origen vegetal y las menaquinonas (o vitamina K2), que se sintetizaban en el tracto gastrointestinal, a través de bacterias intestinales. Sin embargo, hoy en día estas formas químicas se designan como colectivamente como menaquinona-n MK-n), en donde n, es el número de cadenas de 5 grupos de carbonos que se repiten, por lo que resulta difícil un análisis claro de su deficiencia, puesto que se trata de muchos compuestos y no de uno sólo, como también es el caso de la vitamina E, así, por ejemplo la MK-4 no es sintetizada por bacterias, pero se encuentra en concentraciones más elevadas que la filoquinona, en muchos órganos del cuerpo y en especial en el hígado, lo que sugiere una función biológica no del todo clarificada.
El descubrimiento de las relaciones de las proteínas dependientes de vitamina K en el hueso han permitido establecer el papel de la vitamina K en el mantenimiento de la salud ósea. En la actualidad se hallan identificadas 16 proteínas dependientes de la vitamina K (VKD), de las cuales 5 estarían ligadas a la salud del hueso. Según la “triage theory of aging” enunciada por el profesor Bruce Ames en el 2006 una pequeña deficiencia en algunos nutrientes (vitaminas y minerales) puede no tener consecuencias rápidas y evidentes, ya que el organismo encaminaría a dicho nutriente hacia la función principal, pero descuidaría algunas de las funciones menos conocidas, o en las que se necesita menos cantidad del nutriente, pero que con los años llegarían a ser determinantes para ciertas patologías degenerativas y, si la teoría es correcta, podría tener implicaciones muy graves en el ámbito de la salud publica. Este, pues, sería el caso de la vitamina K. La vitamina K en forma reducida permite que un cierto número de vitaminas dependientes de la vitamina K (VKD-proteins) que ligan el calcio, actividad que es básica para el control de la coagulación sanguínea y para ligar la osteocalcina a los cristales de hidroxiapatita en el hueso. Así, dejando aparte la función que realiza la vitamina K en la coagulación y centrándonos en la menopausia, vemos que la vitamina K está ligada a problemas que precisamente aparecen durante la menopausia, estos incluyen disminución de la densidad ósea (BMD), incremento de fractura de cabeza de fémur, calcificación arterial, cáncer, resistencia a la insulina , osteoartritis, enfermedad renal crónica, que muchas veces va acompañada de una vascular calcificación y procesos inflamatorios. De todos estos problemas, uno de los que pueden afectar a la mujer en la menopausia es la salud ósea. Se han aislado tres proteínas dependientes de la vitamina K, (VKD), la osteocalcina, la matrix Gla (MGP) y la S. Osteocalcina (también llamada proteína Gla del hueso), que es una proteína sintetizada por los osteoblastos (células generadoras de hueso). La síntesis de la osteocalcina por los osteoblastos está regulada por la forma activa de la vitamina D (calcitriol o vitamina D3). La capacidad de ligar el calcio por parte de la osteocalcina es dependiente de la vitamina K (se necesita para realizar una gamma-carboxilación de tres residuos de Glutámico), mientras que la MGP se encuentra tanto en el hueso como en el cartílago y tejidos blandos, facilitando una reposición adecuada del hueso y reduce la incidencia de fracturas vertebrales. El síndrome metabólico, por otro lado, supone un riesgo adicional para la osteoporosis en mujeres post-menopausicas, por ello, complementos de la alimentación a base de calcio, vitamina D y vitamina K, mejoran el perfil de los biomarcadores ligados a la salud ósea en mujeres con síndrome metabólico. También, las dos formas de artritis, que afectan al sistema esquelético y a las articulaciones, la osteoartritis primaria, debida a sobrepeso o a intervenciones quirúrgicas y la artritis reumatoide, degenerativa y autoinmune, como es la artritis reumatoidea, mejoran con el aporte de vitamina K, en este caso la MK-4, es la efectiva en estas dos patologías, puesto que se ha demostrado que inhibe la proliferación de “like-fibroblastos sinoviocitos” y el desarrollo de artritis inducida, por lo que podemos considerar que la osteoartritis es dosis-dependiente de la vitamina K y que esta vitamina posee un efecto protector especialmente en rodillas y que debe de ser parte del tratamiento completar la terapia farmacológica con dosis de vitamina K. Recordemos que la osteoartritis, junto con la espondiliosis lumbar y la osteoporosis, es una de las patologías más invalidantes que existen
Aparte de sus funciones en la matriz ósea y artritis, recientes revisiones relacionan la vitamina K , mejor dicho su déficit con aterosclerosis aórtica, calcificación coronaria y aórtica y mortalidad cardiovascular, aunque sólo existe un estudio clínico de administración durante 3 años de dosis de vitamina K1 en mujeres post-menopausicas con dosis 1000 mcg/día, en el que se demuestra la mejora de la elasticidad de la carótida, uno de los indicadores de la salud arterial. Por otro lado, dosis elevadas de MK-4 inhiben el crecimiento de células tumorales, sugiriéndose un efecto sobre la progresión de células cancerosas.
Las necesidades de vitamina K se sitúan alrededor de 90 mcg/día, siendo este valor, lo que denomina una Ingesta Adecuada (IA), es decir con menos consenso que el que representa una Recomendación Nutricional. Además de este problema de consenso científico, la mayoría de los estudios epidemiológicos sitúan un porcentaje elevado de mujeres por debajo de esta ingesta adecuada (IA) y en países como Reino Unido e Irlanda muy por debajo de la IA. Además de este déficit nutricional debemos de tener en cuenta que la determinación de la IA se basa prácticamente en las cantidades necesarias para el mantenimiento de la función de coagulación y algunos expertos opinan que esas dosis no asegurarían la funcionalidad de las proteínas dependientes de la vitamina K (VKD-proteínas) , que no están relacionadas con la función de coagulación. Así, la gamma-carboxilación de proteínas extrahepáticas dependientes de la vitamina K, que afectarían en primer lugar al mantenimiento de la salud ósea. En cuanto a las fuentes alimentarias la filoquinona (vitamina K1) es la fuente mayoritaria de vitamina K, ésta se encuentra en las hojas verdes, lechuga, brécol, espinacas y también en pequeñas cantidades en el aceite de oliva y en otros aceites de semillas, aunque debemos recordar que la hidrogenación y refinación de aceites, reduce su biodisponibilidad y los efectos biológicos de dicha vitamina. Por otro lado, ls bacterias intestinales que colonizan el intestino delgado sintetizan menaquinonas (vitamina K2) y se supone que podrían aportar el 50% de los requerimientos de esta vitamina. En este sentido, debemos recordar que terapias con antibióticos, reducen ostensiblemente aporte, por esta vía, de vitamina K2 . Además, de ser conocida la interacción de la vitamina K con los anticoagulantes, por ello si pensamos en el “target” mujer menopáusica, tratada con anticoagulantes, es básico que los expertos sanitarios y, en definitiva el farmacéutico, conozca todas las posibles implicaciones de esta vitamina y los problemas que a largo plazo su déficit puede conllevar. Así, y en definitiva, nos encontramos con un nutriente que presenta muchos problemas para alcanzar unos niveles adecuados para todas las funciones a que está ligado y no únicamente la función, quizá a la que todos nos referimos de coagulación/anticoagulación. Por otro lado, también otros nutrientes interfieren en su absorción, este es el caso de las, también vitaminas liposolubles, vitamina A y vitamina E. Todos estos hechos han redundado en que, algunos expertos, pidan la revisión de las recomendaciones, especialmente la MK-4 y la MK-7. Recordemos que la MK-4 actúa en tejidos extra-hepáticos y es la que está más relacionada con problemas cardiovasculares y, especialmente en la MK-7, que se corresponderías más con la reducción del riesgo de fracturas vertebrales y osteoporosis. La vitamina K, es por ello un excelente ejemplo del potencial efecto sobre la salud pública de que un pequeño déficit de una determinada vitamina, a la larga, puede llegar a estar relacionado con enfermedades asociadas al envejecimiento y, en este caso, en especial, en mujeres menopausicas y post-menopausicas. Por ello, y de acuerdo con muchos autores, se ha de hacer hincapié delante de las autoridades sanitarias, y aunque, quizá en momentos de crisis, no seamos conscientes y tampoco sea posible este gasto, cuestión en la que no entraré, que un escaso déficit de vitaminas y minerales, puede ser en adelante un grave problema de salud pública y que se debería evaluar las necesidades de que grupos de riesgo alcancen niveles adecuados de nutrientes, está claro que siempre lo mejor es la prevención, incluso económicamente. •
Dra. Magda Rafecas
Profesora de Nutrición y Bromatología
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