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La perimenopausia, tal  y como la define la Sociedad Española de la Menopausia, es un período impreciso que puede empezar en las mujeres a partir de los 40 años de edad, y que se caracteriza por problemas en la menstruación, mientras que la postmenopausia comprendería los cinco primeros años después del último período, época en la que se aprecian sobretodo los síntomas vasomotores, acompañados de una pérdida de densidad ósea. Los signos que percibe la mujer se pueden describir desde formas emocionales, cambios de humor y estrés o fisiológicas, como puede ser insomnio, sofocos, sudoración nocturna y/o ganancia de peso, hasta otros efectos asociados a la bajada de estrógenos, y que se pueden relacionar con cambios en la energía física, memoria y capacidad cognitiva, salud ósea, cardiovascular y/o cáncer de mama.

El principal punto a tener en cuenta y del que dependen todos los demás, es el desequilibrio estrogénico. Los fitoestrógenos, que se encuentran en productos como la soja y derivados, poseen efectos beneficiosos para la salud de la mujer menopáusica, aunque en el caso de complementos de la alimentación, debemos recordar que son dos las isoflavonas que son más efectivas para modular el desequilibrio estrogénico: genisteina y la daidzeina.

Aparte de mantener el equilibrio estrogénico, una serie de nutrientes contribuyen de forma clara al mantenimiento de la salud de la mujer durante este período de la vida. Haciendo más énfasis en los problemas que se han citado anteriormente (salud ósea, cardiovascular, aumento del riesgo de cáncer de mama, problemas vasomotores y cognitivos), se revisarán aquellos nutrientes que tienen una incidencia más destacada en cada uno de estos síntomas.

Entre ellos debemos señalar la vitamina A. Recordemos que se puede encontrar como provitamina A de origen vegetal y cuyos representantes más comunes son el beta-caroteno, el alfa-caroteno, la luteína y la criptoxantina y la vitamina A proformada, como retinol, que se encuentra en fuentes grasas de origen animal. Un exceso de vitamina A se ha asociado durante mucho tiempo a un incremento del riesgo de fracturas osteoporóticas, sin embargo, la mayoría de los estudios que señalaban esta asociación también subrayaban una baja ingesta de vitamina D, por lo que sería más oportuno estudios conjuntos de ambas vitaminas para evaluar la dosis a recomendar en la menopausia. También existen diversas investigaciones que relacionan una baja ingesta de dos carotenoides específicos (luteína y criptoxantina) con problemas cardiovasculares, por lo que una ingesta adecuada de ambos carotenoides reduciría el riesgo de un infarto de miocardio agudo. Respecto al cáncer de mama, existen muchos estudios entre razas y diferentes localizaciones geográficas, sin embargo no son concluyentes respecto a la incidencia de los carotenoides en la reducción del riesgo de cáncer de mama en mujeres posmenopáusicas. Por otro lado, en la menopausia, aparecen otros síntomas que conllevan malestar en la mujer, como es el caso la sequedad vaginal, donde un aporte de vitamina A podría aliviar dichos síntomas.

Por lo que se refiere a las vitaminas hidrosolubles, desarrollan un papel básico en el mantenimiento de la salud en esta etapa de la vida. Usualmente, las vitaminas del grupo B se encuentran asociadas a la obtención de energía a través de las rutas metabólicas, mantienen el tono muscular y evitan que la piel pierda textura y tono. Por otro lado,  se encuentran asociadas al mantenimiento del sistema inmunitario, sistema cognitivo y memoria, crecimiento celular y salud ósea. Quizá sea la vitamina B6, con sus diferentes isómeros (piridoxamina, piridoxal, piridoxina) y los aportes adecuados, una de la vitaminas imprescindibles en esta etapa de la vida de la mujer. En un breve repaso recordemos que la vitamina B6, está relacionada con el mantenimiento del sistema inmunitario, especialmente en órganos como el timo y el bazo. Sin embargo, uno de los grandes puntos en que está implicada es en la síntesis de neurotransmisores, ya que es necesaria para la síntesis de serotonina y dopamina, por lo que un aporte de esta vitamina es esencial para mantener un estado de ánimo adecuado, aparte de ser imprescindible en el sistema cognitivo.

En la menopausia se incrementa el riesgo de accidentes cardio y cerebrovasculares. En este punto también se asocian otras vitaminas hidrosolubles como el ácido fólico y la vitamina B12. Además diversos estudios apuntan a que un déficit de vitamina B6, junto con el conjunto del grupo de vitamina del grupo, aumentarían el riesgo de fracturas óseas e incrementarían el riesgo de disminución de la densidad ósea. Por lo dicho anteriormente, en la salud ósea no sólo intervienen calcio y vitamina D, sino y además  de la vitaminas del grupo B,  también lo hacen otros compuestos como el Magnesio, Boro y vitamina K. Así el farmacéutico debería aconsejar correctamente que complemento es el más adecuado en este sentido.

«Evidentemente uno de los grandes

problemas en la menopausia

y postmenopausia es la salud ósea»

Evidentemente uno de los grandes problemas en la menopausia y postmenopausia es la salud ósea. En este sentido, como ya es sabido, existen dos nutrientes imprescindibles en el mantenimiento de la densidad nutricional ósea, que son la vitamina D y el calcio. Los efectos del calcio y la vitamina D están absolutamente ligados, puesto que el mantenimiento de la homeostasis del calcio en plasma viene regulado por la vitamina D, ya que dicha vitamina regula la absorción intestinal de calcio y la resorción de calcio desde el hueso, e impide su excreción renal. Por tanto el mantenimiento de concentraciones adecuadas de vitamina D proporcionan un control homeostático de calcio y fósforo en plasma.

Por otro lado, la absorción del calcio se halla relacionada con otros nutrientes, como los probióticos y los prebióticos. Recordemos que está extendido el concepto de que la fibra alimentaria reduce la absorción de calcio, sin embargo, cuando se hacen generalizaciones se corre el riesgo de equivocarse, así, mientras celulosas y ligninas pueden disminuir la absorción de metales divalentes, los oligosacáridos (prebióticos) pueden aumentar su absorción. Otro problema asociado y que se ha de tener cuenta es que un exceso de fósforo provoca un desajuste en la homeostasis y hace que la vitamina D actúe utilizando el calcio que está en el hueso, lo que a su vez provocaría una mayor disminución de la densidad ósea, por lo que es básico conocer aquellos alimentos que contribuyan a una ingesta elevada de fósforo  a partir de la alimentación. Ya se ha comentado que otros nutrientes intervienen en el mantenimiento de la salud ósea, entre ellos el magnesio, que contribuye a disminuir el “turnover” del calcio en el hueso, participa en el mantenimiento de diversas reacciones bioquímicas y regula, por ejemplo, la función endotelial, por lo que reduciría los riesgos de problemas cardíacos y dl control de glucosa en sangre, disminuyendo el riesgo de diabetes.

Otros nutrientes que contribuyen al mantenimiento de la salud y bienestar en la mujer menopáusica son los ácidos grasos omega-3, especialmente EPA y DHA. Durante la menopausia y postmenopausia, el desequilibrio hormonal conduce a una serie  de síntomas y manifestaciones, uno de ellos es la aparición de síntomas depresivos que pueden sufrir las mujeres en este periodo. En este sentido los ácidos grasos omega-3 mejorarían esta sintomatología, al igual, que el sistema cognitivo, recordemos que el DHA se acumula en el cerebro y de ahí que mejoraría estos ligeros estados depresivos, así como síntomas vasomotores, sofocos y sudores nocturnos. Mientras que el EPA, se encuentra más ligado a la función cardíaca, por ello una buena administración de estos dos ácidos grasos aliviarían algunos de los síntomas más claros asociados a la menopausia.  Si embargo, estos ácidos grasos, al ser muy propensos a la oxidación en el organismo, es necesario que vayan acompañados por un buen aporte de antioxidantes, entre ellos podemos destacar la vitamina E, que además y así lo indican algunos estudios, disminuiría la aparición de sofocos, actuaría en la prevención de la disminución de las funciones cognitivas y aumentaría la vasodilatación vascular, al mismo tiempo que reduciría la agregación plaquetaria, por lo que todo ello redundaría en una mejora del sistema cardiovascular y cerebrovascular. Pero también, el selenio, el zinc o el coenzima Q10.

Otro nutriente que no se ha comentado y cuya relación está perfectamente establecida en las mujeres durante la menopausia,  es la vitamina C.  La vitamina C, aparte de ser un potente antioxidante en el organismo, es  precursor en la biosíntesis del colágeno, por ello y además de ser un activo antioxidante frente a las especies reactivas oxidadas (ROS), su déficit está íntimamente relacionado con los procesos osteoarticulares que afectan a menudo a las mujeres menopausicas. Una ingesta baja en vitamina C se asocia a una disminución de la densidad ósea a nivel femoral, y a una disminución de las especies reactivas en las articulaciones. Aquí también deberíamos recordar que muchos procesos articulares cursan con problemas inflamatorios, por lo que siempre y en este sentido los ácidos grasos omega-3 que modulan la inflamación serían un buen recurso para disminuir y contrarrestar este proceso, que subyace, igualmente, en las patologías cardiovasculares.

Es por la complejidad de este período y porque no todas las mujeres sufren los mismos síntomas,  que el farmacéutico  debería estar en disposición de realizar un buen consejo nutricional para abordar correctamente cualquier sintomatología que se pueda presentar.

 

Dra. Magda Rafecas

Profesora de Nutrición y Bromatología

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