La gestación es un período en el que se incrementan notablemente las necesidades nutricionales. Esto se debe, por un lado, a las demandas requeridas para el crecimiento y desarrollo del feto y, por otro, para la formación de nuevas estructuras maternas necesarias en la gestación (placenta, útero, glándula mamaria y aumento del volumen sanguíneo). Paralelamente es necesario un aporte de energía suplementaria que asegure la demanda energética que se presentará en el parto y en la lactancia.
En primer lugar destacar que no existen unas claras recomendaciones sobre la ganancia de peso durante el embarazo, aunque podríamos situarla entre los 10 y 14 Kg., con una media de 12 Kg (OMS-1995), que comportaría un bajo riesgo de que aparezcan complicaciones en el embarazo. Una ganancia de peso baja puede implicar, a su vez, que el bebé presente un bajo peso al nacer (<2.5 Kg), lo que se asocia con una mayor mortalidad y morbilidad y que además sería un factor de riesgo en el desarrollo de enfermedades crónicas, como la diabetes tipo 2 o las enfermedades cardiovasculares, fruto de la denominada “programación fetal”, mientras que un exceso de peso incrementa el riesgo de sobrepeso y obesidad en la madre.
La ganancia de peso está directamente relacionada con el peso de la madre antes del embarazo. Así, y según el IOM (Institute of Medicine-USA-1990), con un IMC (Índice de Masa Corporal) inferior a 19.8, la ganancia se situaría entre 12.5 y 18 Kg; en un IMC entre 19.8 y 26, la ganancia estaría entre 11.5 y 16 Kg; un IMC entre 26 y 29, se establecería una ganancia de 7 a 11.5 Kg; y superior a 29 solamente una ganancia de 6 Kg aproximadamente. Recordemos que un exceso de peso puede provocar problemas de preeclampsia. La preeclampsia es una condición grave del embarazo y representa un peligro importante, ya que muchos de sus signos no son evidentes, mientras que algunos síntomas parecen ser los efectos normales del embarazo sobre el organismo. La presión arterial alta es un signo importante de la preeclampsia, al igual que la hinchazón debida a la retención de líquidos. Es importante que se controle durante todo el embarazo la tensión arterial, al igual que se evite, sin la indicación de un sanitario, el consumo de diuréticos para evitar la retención de líquidos.
Energía
La alimentación durante el embarazo debe proveer de la energía suficiente para la formación de estructuras, que incluye el feto, la placenta y líquido amniótico; incremento de la energía para el crecimiento de órganos existentes, como son las mamas y el útero; incremento del consumo de oxígeno por los órganos; finalmente recordar que el aporte de energía se hace más evidente en los últimos meses del embarazo. Por otro lado, aunque se aumenten las necesidades energéticas, también debemos tener en cuenta que algunas recomendaciones nutricionales son elevadas para nuestro contexto demográfico, puesto que, por ejemplo, se aplican a toda la población mundial, que acoge a embarazadas económicamente desfavorecidas, sin un suficiente aporte energético de partida, con lo cual las recomendaciones son adecuadas para este grupo poblacional, pero no lo son para las embarazadas de un entorno social más favorecido. Teniendo esto en cuenta, el aporte energético alcanza entre 150 y 300 Kcal/día.
Proteínas
El desarrollo de las estructuras del embarazo conlleva la necesidad de un aporte extra de proteínas durante el mismo. Sin embargo este aporte no es constante, sino que va en aumento en función de la etapa del embarazo. Según la FAO-OMS 2007, la eficiencia de utilización de las proteínas por parte de la embarazada es un 5% menor que en condiciones normales, y que se situaría en el 47% (EFSA-2015); según estas estimaciones, la ingesta de proteínas debería incrementarse en un 0.5 gramos/día el primer trimestre; 3.2 g/d en el segundo y 7.3 g/d en el tercero. No hace falta recordar que la ingesta de proteínas debe realizarse con aquellas que aporten aminoácidos esenciales, es decir, proteínas de elevado valor biológico.
Grasa y Ácidos Grasos
El incremento de energía durante el embarazo se puede sustentar en un ligero aumento del consumo de grasas, situándose según las recomendaciones de la EFSA-2010 entre el 20% y el 35% de la ingesta energética. Según la EFSA, el consumo de ácidos grasos saturados debe ser el más bajo posible, el consumo de linoleico ω-6 sólo es del 4% de la ingesta energética, y una recomendación para DHA+EPA de 250mg/día, más de 100-200 mg/día de DHA.Estas recomendaciones hacen hincapié en la necesidad de aportar grasos de la serie ω-3 EPA+DHA. En cuanto a estos ácidos grasos recordemos que el DHA se acumula en el cerebro, mientras que EPA no se acumula y afectaría especialmente al sistema cardiovascular. En el cerebro el DHA modula las señales de transducción, neurogénesis, mielinización, funciones de receptores de membrana, plasticidad sináptica, organización de la membrana y neuroinflamación. El DHA se acumula rápidamente en el cerebro durante el embarazo y primeros meses de vida; además, la capacidad de traspasar el DHA desde la madre al feto es básica para conocer el grado de implantación de DHA al cerebro.
Por otro lado, recordar que la síntesis de EPA y DHA a partir del ácido linolénico implica una serie de pasos de desaturación y elongación que se suceden en el retículo endoplasmático. Esta ruta es relativamente ineficiente, puesto que la actividad de los enzimas implicados (Δ-6 y Δ-5 desaturasa) es muy baja, por lo que no se consideran buenos precursores de DHA, ni el linolénico, ni el EPA. Además, los ácidos grasos ω-6 compiten también por estos enzimas, por lo que si tenemos en cuenta que la alimentación moderna de los países occidentales contiene una desproporción entre las dos series de ácidos grasos inclinándose la balanza hacia un consumo elevadísimo de ácidos grasos de la serie ω-6, y aunque también es necesario un aporte de ácido araquidónico (serie ω-6), su ingesta a través de la dieta ya es suficiente; todo ello conlleva que los ácidos grasos EPA y DHA se consideren semi-esenciales (condicionalmente esenciales) al ser tan dificultosa su síntesis. El cerebro humano metaboliza aproximadamente unos 4 mg de DHA por día, estimándose la vida media de DHA cerebral de unos 2.5 años, muchísimo más larga que el DHA que se encuentra en tejidos periféricos. La incorporación del DHA al cerebro se acelera hacia la mitad del embarazo, se reduce en la infancia y se llega a una meseta en la edad adulta.
El DHA es necesario para el crecimiento y maduración del cerebro y la retina, pero como hemos dicho, la síntesis de DHA en el feto y la placenta es insuficiente para la enorme demanda de DHA que existe en los tejidos neuronales. Por ello muchas veces existen recomendaciones para embarazadas de consumo de pescado azul, que por un lado, al ser graso, puede a veces resultar poco digerible para una embarazada, y por otro, recordemos que en la grasa se acumulan contaminantes como los PCBs (del inglés: bisfenilos policarbonatos) y metilmercuriales, que se concentran especialmente en pescados azules grandes. Los mercuriales afectan al desarrollo del cerebro del feto, produciéndose retrasos mentales, al igual que ocurre con los PCBs, que ocasionan un pobre desarrollo cognitivo, disminución en las capacidades de aprendizaje y bajo cociente intelectual de adultos. Así, no resulta una buena opción incluir en la alimentación pescado azul si no está bien controlado. En cuanto a las conservas, usualmente tienen poca cantidad de contaminantes, pero se ha de ser cauto en su consumo.
Un problema añadido al consumo de pescado serían las alergias alimentarias, por lo que si la madre es alérgica a las proteínas del pescado no podría consumirlas, hecho que a su vez protegería al feto de padecer dichas alergias. Lo mismo cabe indicar a embarazadas con alergias familiares a otros alimentos: su restricción es imprescindible para el feto.
Por todo lo anterior nos vemos abocados a completar la alimentación de la embarazada con complementos alimenticios a base de DHA. Este campo es especialmente importante para el farmacéutico, que debe revisar en los complementos alimenticios a base de DHA y EPA que éstos hayan sido elaborados con las suficientes garantías de calidad de no contener dichos contaminantes. Existen diversas entidades certificadoras que aseguran que dichos complementos no contienen determinados productos dañinos para el feto.
Hidratos de Carbono
Finalmente, en cuanto a los hidratos de carbono, sus requerimientos no se ven afectados. Sin embargo, en el embarazo se suele producir estreñimiento, puesto que disminuye la motilidad intestinal, por lo que es necesario incrementar el consumo de fibra alimentaria, especialmente de fibra soluble. Este aporte de fibra debe ir acompañado de una ingesta de líquidos elevada para mejorar la motilidad intestinal. Además debemos tener en cuenta que en el primer trimestre de embarazo entre el 50%-75% de las mujeres sufren mareos y náuseas que a veces pueden ir acompañados de vómitos, lo que exacerba la pérdida de líquidos por parte del organismo que deben ser repuestos rápidamente.
Y recordar que la embarazada no debe de dejar de hacer ejercicio, evidentemente adecuado para su estado, puesto que con ello se mejorará la actividad intestinal.
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