Los síntomas más característicos incluyen una micción frecuente y un incremento de la sensación de hambre o sed. Las complicaciones a largo plazo incluyen enfermedades cardiovasculares, infarto de miocardio, fallo renal, pie ulcerado (pie diabético) y lesiones en los ojos. La prevención y el tratamiento de la diabetes pasan por un control de la alimentación, ejercicio físico, mantenimiento de un peso adecuado y evitar el tabaco.
Como la alimentación es un punto básico para el tratamiento y la prevención de la diabetes, se repasarán aquellos nutrientes cuyo consumo pueda incidir en el control de la misma. Primero de todo, debemos aclarar que no existen alimentos para diabéticos. Así lo contempla la EFSA (Agencia de Seguridad Alimentaria Europea, de sus siglas en inglés) en el apartado de alimentos para grupos específicos, alimentos para diabéticos, señala que no existen bases científicas para legislar sobre los requerimientos concretos de los alimentos para este grupo de pacientes. Por lo tanto el tratamiento evidente para el control de la diabetes pasa por una alimentación sana de la cual vamos a dar sus pautas.
Homeostasis energética y control de peso corporal
Las evidencias científicas señalan que cuando el índice de masa corporal (BMI) supera el 25 Kg/m2, el paciente incrementa de forma dramática el riesgo de patologías cardiovasculares, por lo que el control de peso corporal se presenta como un factor clave para reducir este riesgo, aunque existen pautas más estrictas: un BMI entre 18,50 a 25 Kg/m2, aseguraría no incrementar los riesgos asociados a esta patología, por lo que una alimentación con restricción calórica se presenta aquí como imprescindible. Pero tan importante como asegurar el control del peso corporal, es el mantenerlo después de haber llegado al rango adecuado. En el caso de pacientes con sobrepeso u obesidad que no puedan reducir el peso, se les ha de ayudar con una alimentación adecuada a no aumentar el mismo.
Hidratos de Carbono
Como ya se ha comentado, la diabetes es una enfermedad asociada al metabolismo de los hidratos de carbono, por ello la composición en estos macronutrientes y su efecto en el organismo humano es básico para entender cómo la alimentación puede afectar a esta patología. En 1981 DJA Jenkins de la Universidad de Toronto publica el artículo “Glycemic Index of foods: a physiological basis for carbohydrate exchange” donde se sientan las bases para entender la respuesta de los hidratos de carbono en el organismo. Esto se realiza mediante la determinación del índice glucémico postprandial (GI), que mide el efecto de un determinado alimento en la glucemia postprandial, de forma que representa la rapidez con que el alimento contribuye a aumentar o no la curva de la glucosa en sangre; los alimentos se sitúan en una escala de 0 a 100+ (algo más de 100) por porciones de 50 g de alimento. Los alimentos se contrastan con un valor estándar, como es la glucosa o como es el pan blanco (del endosperma), y siempre se basa en los hidratos de carbono disponibles. Así, los alimentos se pueden clasificar:
- · Bajo GI: menor de 55 (fructosa, las legumbres, cereales integrales, la mayoría de los vegetales).
- · GI medio: entre 55-69 (sacarosa/azúcar, algún tipo de arroz (p.e. basmati), pan integral, plátanos, frutas con fibra).
- · Alto GI: 70 o más (glucosa, jarabes de glucosa, la mayoría de arroces, pan blanco, “corn flakes” [recordemos que llevan azúcar], cereales de desayuno extrusionados, patatas hervidas, zanahoria hervida, pasteles).
Es evidente que para controlar la glucosa en plasma, se deben escoger aquellos alimentos con un índice glucémico bajo.
Otros índices que pueden ayudar a un diabético a entender qué alimentos serían adecuados es la combinación del índice de insulina y el índice de saciedad. El índice de insulina se parece al IG pero contemplando, en vez de glucosa, la concentración de insulina en plasma y atendiendo, a su vez, al contenido calórico de los alimentos (relacionado con 250 Kcal o 1000 KJ). Un ejemplo de combinar los tres índices lo tenemos en el cuadro adjunto.
Es evidente que las patatas hervidas, no se deberían contemplar en la alimentación de un diabético. Estos índices, especialmente el índice glucémico, se utilizan a su vez para establecer unas pautas para el control de peso corporal. Recordemos que un exceso de glucosa y una baja liberación de insulina por el páncreas, provoca que la glucosa no pueda ser captada por el músculo, convirtiéndose en grasa y siendo almacenada en el tejido adiposo.
Por todo ello, las recomendaciones se establecerían en disminuir los carbohidratos disponibles y aumentar el consumo de fibra, que ejercería un efecto de disminución tanto del índice glucémico como del índice de insulina.
Proteínas
En los pacientes diabéticos se ha de atender al consumo de proteínas, puesto que una complicación de la diabetes es que ésta afecta a la función renal, por lo que antes de recomendar las cantidades de proteínas se deberá saber si existe una nefropatía asociada. En pacientes que no presentan signos de nefropatía, las recomendaciones proteicas se sitúan entre el 15-20% de las necesidades energéticas. Sin embargo, cuando existe evidencia de riesgo de nefropatía, especialmente en pacientes con diabetes tipo I, el consumo de proteínas debe ser menor al criterio establecido de 0,8 gramos de proteína al día / Kg de peso corporal (normopeso).
Grasas
Diversos estudios realizados en pacientes diabéticos resaltan la importancia que los diferentes tipos de grasas en control de la diabetes. Así, las grasas saturadas y las formas “trans” de los ácidos grasos provocan una alteración del perfil lipídico en pacientes diabéticos, por lo que un consumo elevado de estas grasas incrementaría el riesgo de padecer diabetes tipo II. Además, los pacientes con diabetes tipo II pueden tener complicaciones en el sistema cardiovascular, por lo que la recomendación adecuada se situaría en menos de un 8% de ingesta de grasas saturadas y “trans” sobre el porcentaje de las necesidades energéticas. Respecto a otros tipos de ácidos grasos, se recomienda especialmente el consumo de ácidos grasos monoinsaturados, aceite de oliva especialmente. Finalmente, recordar que subyace a la sensibilización de insulina un proceso inflamatorio, por ello es necesario un aporte de EPA y DHA, ácidos grasos que disminuirían los procesos inflamatorios asociados a la diabetes; sin embargo recordar que un exceso de consumo de pescado azul puede ser excesivo en diabéticos con sobrepeso u obesidad, por lo que su aporte se podría realizar sobre todo con algas o complementos alimenticios con EPA.
Micronutrientes: vitaminas, minerales y antioxidantes
La evidencia en personas no diabéticas de que una suficiente ingesta de vitaminas, minerales y antioxidantes protege frente al desarrollo de enfermedades cardiovasculares, es aplicable a pacientes diabéticos, por lo que se sugiere el consumo de alimentos ricos en estos nutrientes. Sin embargo, debemos recordar aquí que frutas muy maduradas comportan un IG elevado, por lo que se debe controlar especialmente este punto.
Una ingesta moderada de sodio sería adecuada para disminuir el riesgo de hipertensión en pacientes con diabetes tipo II. Por otro lado, se sabe que las concentraciones de magnesio en plasma, en pacientes diabéticos, son bajas; además la falta de magnesio está ligada a neuropatías y retinopatías y, aunque no existen evidencias observacionales claras, el magnesio se postula como uno de los micronutrientes a estudiar. También bajas concentraciones de zinc y cromo podrían estar ligadas a la diabetes. Recordemos que el cromo junto a la insulina participa en la incorporación de la glucosa al músculo, aunque en este punto no existe un consenso científico para que sea recogido en las recomendaciones para los diabéticos. A estos puntos se ha de sumar el consumo de alcohol, que se asocia a hipertensión y a aumento de triglicéridos en sangre; sin embargo y aunque las complicaciones secundarias a la diabetes lo requerirían, no existen pautas más claras que las aplicadas a la población en general.
Ingestas de alimentos al día
El control de la glucemia en sangre se establece tanto por lo nutrientes implicados como por su distribución, así en el control de la diabetes es determinante el número de ingestas al día y su total calórico, por ello las recomendaciones para pacientes diabéticos establecen una distribución de comidas en torno a cinco o seis ingestas diarias de alimentos, entendiendo que el total de calorías de la alimentación se debe de distribuir entre estas seis ingestas. Sin embargo, y también debido a recientes estudios, se puede estimar que 2 grandes ingestas de comida (desayuno y comida) pueden ser tan efectivas como la distribución entre 5 ó 6 comidas al día, mejorarían la resistencia a la insulina, el hígado graso, y la liberación de insulina por parte del páncreas.
El conocimiento por parte del farmacéutico de los procesos metabólicos de los carbohidratos inherentes a la diabetes, así como con el conocimiento de la ingesta de otros nutrientes en esta patología, harán que el farmacéutico pueda orientar correctamente las pautas alimentarias que permitan una mejora en la diabetes y patologías asociadas.•
Magda Rafecas
Farmacéutica
Comparte esta entrada: