Magda Rafecas. Doctora en Farmacia.
Catedrática de Nutrición y Bromatología. Universidad de Barcelona.
Los ácidos grasos EPA (eicosapentaenoico) y DHA (docosahexaenoico) son los pilares de la serie omega-3 de los ácidos grasos. Recordemos que en el organismo humano la serie homóloga w-3 se alarga y desatura, empezando por el linolénico (C18:3w-3 y contando por el carboxi terminal), llegando, respectivamente, a EPA (Eicosapentaenoico, C20:5w-3) y DHA (Docosahexaenoico, C22:6w-3). Y, a partir de EPA, que el organismo sintetiza mediadores químicos que son los denominados eicosanoides (derivados de eicosapentaenoico-EPA) y los docosanoides (derivados del docosahexaenoico-DHA).
EPA y DHA no son ácidos grasos esenciales, puesto que el organismo los puede sintetizar a través de su precursor, que es el linolénico. La ruta metabólica pivota sobre un enzima que es la -6 desaturasa, que comparte con otra serie homóloga que es la w-6. Este enzima se ve inhibido por dicha serie de los w-6 (ya sabemos que los ingerimos en demasía) y es bastante efectivo en los niños, pero muy poco efectivo en las personas mayores, lo que hace que evidentemente sea un problema ingerir los omega-3 a través de fuentes de origen vegetal como los frutos secos, ya que la ruta metabólica es muy lenta. Por ello hay países que contemplan la ingesta directa de EPA y DHA en adultos y ancianos. Otro punto de fuerte controversia es la denominada vía de retroconversión por la que sintetizaríamos EPA a partir de DHA. Aunque esta ruta está perfectamente descrita, la mayoría de los artículos científicos opinan que no es lo suficientemente efectiva, por lo que se recomienda consumir EPA directamente.
EPA y DHA poseen efectos pleiotrópicos. En biología, la pleiotropía es el fenómeno por el cual un solo gen es responsable de efectos fenotípicos o caracteres distintos y no relacionados. Por ello podemos comprender que EPA y DHA poseen diferentes efectos en relación con los diversos lugares del organismo donde actúan los eicosanoides y docosanoides derivados de dichos ácidos grasos. En este sentido están más estudiados los derivados de EPA, eicosanoides, que los derivados del DHA, docosanoides.
¿Por qué es importante el EPA?
Lo primero que hay que recordar es que el EPA no se acumula en el organismo humano, por lo que su consumo semanal es obligatorio. Como hemos comentado antes, a partir del EPA se sintetizan unos derivados denominados eicosanoides (con 20 átomos de carbono), que poseen funciones diversificadas en el organismo. Para dar lugar a los eicosanoides, el EPA, ácido graso de cadena lineal, se cicla a través de enzimas, como las ciclooxigensas (COXs), lipooxigenasas (LPXs) y también del citocromo p450, que da lugar a los derivados antes mencionados. Por tanto, y en primer lugar, debemos prestar atención a este enzima. Como farmacéuticos que somos, recordar que el grupo de antiinflamatorios no esteroideos inhiben la producción de la COX y a su vez inhiben la síntesis de eicosanoides; inhibición que también se produce con la ingesta del hipérico y derivados. Los eicosanoides derivados de EPA, denominados mediadores lipídicos, son las resolvinas y protectinas de la serie E. Derivan asimismo otras formas oxigenadas más conocidas como los leucotrienos (más centrados en el sistema cardiovascular) y las prostaglandinas, más orientadas hacia el proceso inflamatorio, evitando que se vuelva crónico.
Los eicosanoides derivados del EPA, como hemos comentado, aportan diversos beneficios en el organismo humano: En primer lugar destacaremos su actividad antiinflamatoria. En los procesos inflamatorios se liberan especies reactivas oxidadas (ROS) y especies reactivas nitrogenadas (RNS) que actúan sobre los patógenos, pero que a su vez oxidan al organismo y provocan más inflamación (aquí recordaremos la tormenta de citoquinas inflamatorias en el caso de la CoVID19). Si el EPA presenta un gran potencial como antiinflamatorio, su prescripción adquiere especial relevancia en situaciones de inflamación crónica, tanto a nivel osteomuscular, articular (artritis reumatoide), digestivo (enfermedades inflamatorias intestinales), respiratorio (asma), dermatológico, etc.
Asimismo, el EPA resulta especialmente importante para el sistema cardiovascular (prevención de la aterosclerosis y de enfermedades cardíacas). Al no acumularse en el organismo es necesario un aporte semanal del mismo.
¿Por qué es importante el DHA?
En primer lugar, hay que recordar que el DHA se acumula en el cerebro, por lo que podremos entender que algunas de las formulaciones tengan menos contenido de DHA que de EPA. Aunque es cierto que existe una vía de retroconversión de DHA a EPA, esta vía metabólica es muy lenta en las personas adultas, por lo que en los casos que necesitemos EPA sería mejor tomarlo directamente.
Al acumularse en el cerebro, no es tan imprescindible la ingesta diaria de ácido docosahexaenoico (DHA). Y de ello también derivan muchas cualidades relacionadas con el sistema cognitivo y con el sistema de visión retiniana y desarrollo fetal.
Así, el DHA posee efectos en la visión retiniana. Se encuentra en la retina en altas concentraciones, aquí se conserva (almacena) y recicla, aunque las cantidades de ingesta sean bajas. Sin embargo, en el desarrollo de la visión retiniana en el periodo fetal, si que es básico el DHA, así diversos estudios indican que su déficit desarrolla problemas retinianos a lo largo de la vida.
Asociado al déficit del consumo de DHA, se encuentran enfermedades asociadas al sistema cognitivo. En este sentido, y no por orden de importancia, encontramos “clinical trials” asociados a la hiperactividad y mejora de ella: en niños con bajo consumo de DHA mejora su condición cuando se aporta en su alimentación. También existen estudios en los que el consumo de DHA por parte de las embarazadas reduce el riesgo de partos prematuros. Enfermedades asociadas al sistema cognitivo, como Alzheimer, Parkinson o demencia senil se encuentran asociadas al déficit de consumo de EPA+DHA.
Por ello, artículos recientes asocian el consumo de EPA y DHA con conceptos como memoria, conocimiento y aprendizaje. El cerebro está predispuesto a problemas oxidativos, que constituyen un problema en el aprendizaje y con el bagaje de memoria, que afecta a las enfermedades antes citadas, y que incluyen disfunciones mitocondriales, pérdida del sistema dopaminérgico, rigidez muscular, reducción de la disquinesia o disminución de la neuroinflamación. La concentración de DHA es muy baja en el hígado en las enfermedades de Alzheimer y de Parkinson, que aunque la patología entre ellas es muy diferente, sin embargo comparten una disfunción mitocondrial.
Pero no sólo son EPA y DHA los que benefician nuestra salud, sino que existen en la ruta metabólica de los omega-3 otros ácidos grasos que también resultan saludables. Este es el caso del docosapentaenoico (DPA: C22:5 w-3, producto intermedio entre EPA y DHA), también perteneciente, como se ha visto, a la serie homóloga de los omega-3. Y, aunque menos conocido que EPA y DHA, el DPA se acumula en los tejidos y favorece la acumulación de DHA en el hígado, participa en los procesos neuronales y en los mediadores lipídicos. Este ácido graso se encuentra fácilmente en el aceite de pescado y en complementos alimenticios con EPA y DHA. En la tabla 1 (adaptada de Fereidoon Shahidi & Priyatharini, 2018)* podemos ver el contenido de EPA, DHA y DPA en productos de la pesca y, por ello, podemos hacer una abstracción al consumo de los complementos alimenticios. Queda claro que la nutrición no es un proceso estático, sino absolutamente dinámico, y que en tanto los farmacéuticos seamos consultores y formadores en este ámbito, debemos de estar al día en el ámbito de la nutrición.
Para finalizar, y teniendo en cuenta que en nuestra mente permanece el COVID-19, que conlleva un cuadro con la tormenta de citoquinas, recordaremos de nuevo el efecto antiinflamatorio de EPA y DHA. En este sentido, les recomiendo un artículo de PC. Calder et al. (Nutrients 2020, 12, 1181). Philip C. Calder es un gran especialista en ácidos grasos y todos sus trabajos y revisiones merecen nuestra atención.
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