Uno de las más comentadas es la restricción calórica (RC), que resulta ser una de las estrategias más controvertidas para prolongar la vida. Así, una restricción en la ingesta calórica de las calorías entre un 30 y 40% de las necesidades calóricas mejora la función cardiovascular, la resistencia a la insulina, mejora la eficacia mitocondrial en la obtención de energía y disminuye la aparición de especies reactivas, subproductos generados en la obtención de la misma y disminuye la producción de citoquinas proinflamatorias y en modelo animal la restricción calórica aumenta la longevidad en un 40% más. Sin embargo, una práctica abusiva extrema (p.e. 500-600 Kcal/día) durante más de 6 meses, provoca los efectos contrarios, que incluyen anemia, pérdida de masa muscular, deficiencias neurológicas y edema. Por lo que queda claro que el sistema de RC no puede ser llevado a cabo continuamente.
Por ello en términos generales, si bien está claro que una reducción calórica es un mecanismo regulador de la mitocondria y evita que se generen especies reactivas, debe ir acompañada de una nutrición que cubra todos los posibles déficits que se generen en esta reducción y que contribuyan a mejorar el aporte de nutrientes nivel mitocondrial. Otro factor clave en los tratamientos anti-aging es la utilización de compuestos que induzcan la hipótesis de la xenohormesis (o hormesis cruzada entre especies) término acuñado por el Dr. Howitz y colegas (2003) que explica, porque ciertas moléculas generadas por estrés en una planta, pueden en otras especies tener efectos contrarios y alargar la vida, es decir se comportarían siendo, de alguna forma, miméticos de la dieta de reducción calórica. Este sería el caso de una amplia gama de polifenoles, entre ellos el resveratrol. Así, el resveratrol, mimetiza de alguna forma los efectos de la restricción calórica, sin que se produzca un déficit de nutrientes. El mecanismo involucrado está relacionado con la activación de las sirtuinas (la SIRT1) e inhibición del mTOR (mammalian target of rapamycin), factor de crecimiento que provocaría la senectud. De esta manera el resveratrol actuaría mimetizando los mismos mecanismos que induciría la restricción calórica. Aparte de mimetizar los efectos de la restricción calórica, se debe recordar que es un potente antioxidante y que posee efectos antiinflamatorios por lo que previene la proliferación de factores de transcripción relacionados con el envejecimiento.
Otros derivados fenólicos, como el galato de epigalocatequina, que se encuentra en el té verde, la curcumina u otros flavonoides, pueden tener actividades de xenohormesis y como hipótesis de trabajo se sugiere que la mayoria de los efectos beneficiosos del consumo de estos compuestos bioactivos, no residirían en su capacidad antioxidante, sino en la capacidad de mimetizar la modulación inducida por la restricción calórica. Otros compuestos que estimularían la SIRT1 serían la quercetina, diversos tipos de proantocianidinas y las theaflavinas.
Otros compuestos que aumentan la actividad de la SIRT1 son los aminoácidos ramificados (Leucina, Isoleucina y Valina), ligados particularmente a la biogénesis mitocondrial. El envejecimiento, comporta, asímismo, la generación de especies oxidadas en la mitocondria, que se generan, como antes se ha comentado, en el proceso de obtención de energía en forma de ATP, en la teoria mitocondrial del envejecimiento, las especies reactivas (ROS-reactive oxygen species) al ser muy inestables, interactuarían rápidamente con otras moléculas oxidándolas, lo que provocaría un daño en el DNA mitocondrial. Cada vez se acumula más evidencia que enfermedades degenerativas, como el Parkinson o el Alzheimer, enfermedades cardiovasculares o el síndrome de fatiga crónica estarían ligados a alteraciones en la mitocondria. Es por ello, que es básico el aporte de nutrientes y de otros compuestos bioactivos ligados a la actividad mitocondrial. Así, por ejemplo, uno de los compuesto más importantes de la membrana mitocondrial es la cardiolipina, estructuralmente es el único bifosfolípido que se encuentra en el organismo humano y está localizado en el interior de la membrana mitocondrial y es necesario para la funcionalidad de la mitocondria, manteniendo el potencial de membrana y optimizando diversas proteínas básicas en la obtención de energía. Bajos contenidos en cardiolipina o su peroxidación en la membrana se asocian al envejecimiento, isquemia, fallo cardíaco (como su nombre indica fue primigeniamente aislada de la paredes mitocondriales de las células del corazón) e hipotiroidismo. El contenido en la membrana mitocondrial disminuye con los años y produce fallos en la actividad mitocondrial, por ello se puede suplementar la alimentación, bien con cardiolipina directamente, bien con L-carnitina que aumenta los niveles de cardiolipina en las membranas mitocondriales.
Otro componente que actúa en la membrana mitocondrial es el Coenzima Q10, que es básico por dos funciones, la primera es que actúa de cofactor en la obtención de energía y es, además, un potente antioxidante, lo cual repercute en una disminución de las especies reactivas que dañan el DNA mitocondrial. Debemos recordar, aquí, que las terapias con estatinas bloquean la síntesis endógena de Coenzima Q 10, por lo que sería básico suplementar la dieta con este compuesto bioactivo, para que pueda ser eficaz la mitocondria en la obtención de energía. También se encuentra en la membrana mitocondrial el ácido lipoico, también denominado tióctico por contener dos grupos de azufre, que actúa también como antioxidante, además de ser básico en la obtención de energía por parte de la mitocondria. Como antioxidante mitocondrial, la hipótesis es que actua tanto sobre las especies reactivas oxidadas (ROS), como sobre las especies nitrógeno reactivas (RNS). Además tiene la capacidad de regenerar otros antioxidantes, como sería la vitamina C. El ácido lipoico, conjuntamente con la L-carnitina, mejoran las funciones cognitivas en el envejecimiento, en este sentido en Alemania se utiliza sobretodo para el tratamiento de neuropatías diabéticas.
Paralelamente, al envejecimiento mitocondrial y los compuestos bioactivos que pueden influir en el mismo, el envejecimiento se caracteriza por una cascada de moduladores de la inflamación, estos moduladores pueden ser citoquinas, como el TNF-a (tumor necrosis alfa) o la proteína C- reactiva (CRP), que producen un estado inflamatorio crónico, asociados a riesgos cardiovasculares o trombóticos, estas citoquinas podríamos llamarlas moduladoras de la inflamación a larga distancia, mientras que los eicosanoides derivados de la serie n-6, se podrían considerar mensajeros locales y son próximos al lugar de la inflamación. Al contrario que en un organismo joven, que las citoquinas inflamatorias sólo se producen en respuesta a una infección o intervención quirúrgica, las personas ancianas poseen elevadas cantidades de citoquinas inflamatorias, entre las que se destaca, especialmente la IL-6 y el TNF-a, este aumento, seguramente, sea un reflejo de la acumulación de la disfunción mitocondrial y daño oxidativo. Así, son factores de riesgo en el proceso inflamatorio la grasa corporal, debemos recordar que la grasa abdominal produce un 35% de los moduladores de la inflamación de todo el organismo. También, y asociado al envejecimiento, aparece un nivel bajo de hormonas esteroideas, que a su vez pueden modularían la respuesta inflamatoria inmunePor lo que a parte de los anteriores compuestos bioactivos citados, la reducción del proceso inflamatorio estaría modulado por pre- y probióticos y especialmente por los ácidos grasos EPA y DHA de la serie omega-3.
Al lado de la disfunción mitocondrial y el proceso inflamatorio, el envejecimiento se caracteriza por la alteración y el decline de las funciones cognitivas. En este sentido, también diversos nutrientes pueden mejorar dichas funciones. Es evidente, que las vitaminas del grupo B, juegan un papel básico en el mantenimiento de las funciones cognitivas y terapias anti-aging. En primer lugar, recordar, que una deficiencia en ácido fólico y vitamina B12, mantienen la integridad de de la mielina, mientras que la Tiamina (vitamina B1) es necesaria para mantener el potencial de membrana. El deficit de ácido fólico y vitamina B12, conjuntamente, con la vitamina B6, produce un incremento de la homocisteína, que a parte de ser un factor de riesgo en los infartos de miocardio, está ligado a demencias seniles y Alzheimer. Otro compuesto bioactivo básico en las estructuras cerebrales es la colina, la colina es necesaria para la mielinización y es el precursor de la acetilcolina, neurotransmisor, que tiene una función compleja en los mecanismos que afectan a la memoria. También el DHA juega un papel importante en el decline de las funciones neurológicas, a parte del tejido graso, el cerebro es el órgano que posee más cantidad de grasa y se acumula por excelencia el DHA, un déficit de éste ácido graso, contribuye a agudizar los signos de envejecimiento, por lo que es, un factor clave en las terapias anti-envejecimiento. Otros micronutrientes involucrados en las funciones cerebrales son el Magnesio, el Selenio y el Zinc, especialmente éste último se asocia a enfermedades como el Alzheimer, capacidad de atención y aprendizaje, funciones que se deterioran con el envejecimiento.
Con este dibujo de acciones a nivel mitocondrial, procesos inflamatorios y deterioro cognitivo, está claro que el farmaceútico debe poder aconsejar aquellos nutrientes y/o compuestos bioactivos que sean de especial interés en el abordaje de la terapias anti-aging. •
Dra.Magda Rafecas
Profesora de Nutrición y Bromatología
Facultad de Farmacia
Barcelona
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