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Magda Rafecas. Doctora en Farmacia.
Catedrática de Nutrición y Bromatología.

Universidad de Barcelona

Los bebés pueden desarrollar tanto alergia como intolerancia a los alimentos. Por lo que, en primer lugar, es necesario definir la alergia y la intolerancia alimentaria.

Las alergias tienen lugar cuando el cuerpo identifica una substancia como extraña cuando no debería tener problemas con su consumo. En ese momento, el organismo a través del sistema inmunológico desencadena reacciones para eliminarla. Una alergia puede producir desde un simple sarpullido o molestias digestivas, hasta una reacción anafiláctica con inflamación de las vías respiratorias que puede causar la asfixia o la muerte. Por ello es importante que se cumpla la norma sobre la declaración de alérgenos presentes en los alimentos, ya que la ingesta de una pequeña cantidad de dichos ingredientes puede ser letal. Por ello muchas de las alertas sanitarias se relacionan con la aparición de trazas de un alérgeno en algún producto, que a la población sana no le causará problemas, mientras que para la población alérgica puede ser fatal. La intolerancia alimentaria se relaciona, específicamente, con la dificultad de digerir un ingrediente alimentario, por ello se correlaciona específicamente con la baja actividad de algún enzima digestivo. Es el caso típico de la intolerancia a la lactosa, debida a una baja actividad del enzima lactasa.

• Intolerancia: cualquier tipo de síntoma y/o signo reproducible e iniciado tras la exposición a un estímulo definido, como un alimento, y a una dosis tolerada por sujetos normales.

• Alergia: reacción con mecanismo inmunológico demostrado o muy probable y que, a su vez, puede ser mediada o no mediada por IgE.

En el caso de un alimento, cualquier tipo de reacción adversa no tóxica es una alergia alimentaria, y si se demuestra que es con mecanismo inmunológico, se cataloga como alergia alimentaria y que puede ser mediada o no por IgE. Para el resto de las reacciones donde no se demuestra un mecanismo inmune (intolerancia, respuesta farmacológica, tóxica, etc.), se propone el término de intolerancia o hipersensibilidad alimentaria no alérgica.

Usualmente, la leche de vaca es el primer alimento que se proporciona al bebé. La leche de vaca contiene más de 25 proteínas, de las cuales los mayores alérgenos son la β-lactoglobulina, las caseínas, la α-lactoalbúmina y la albúmina sérica. La mayoría de los pacientes que son alérgicos a la leche de vaca son también alérgicos, por reactividad cruzada, a la leche de cabra u oveja. Hay que recordar que un 10% de los niños con alergia a la leche de vaca (PLV) además son alérgicos a la carne de vacuno. A esto se añade que diferenciar la alergia de la intolerancia es muy difícil en las primeras etapas del recién nacido.

Una reacción “adversa” (englobando alergia e intolerancia) a la leche de vaca es el primer síntoma de una condición atópica en el niño. La APLV se suele presentar antes del año de vida. Así, los síntomas comienzan durante la semana de la introducción de la fórmula adaptada, aunque hay casos descritos después de 6-9 meses; en casos aislados, pueden aparecer los síntomas durante la lactancia materna exclusiva. En el caso de ser alérgicos a la leche materna, la madre debería obviar alimentariamente aquellos alimentos que pudieran provocar alergias alimentarias. Por ello es de suma importancia la lectura de los ingredientes alimentarios que aparecen en los alimentos, que pueden indicar la presencia de proteínas alergénicas.

La evolución de la APLV suele ser favorable. El 50% de los pacientes toleran leche de vaca a los 2 años del diagnóstico y el 80% a los 3-5 años. No obstante, el 15% de los niños con APLV con un mecanismo inmunológico descrito eran todavía alérgicos después de los 8 años, mientras que en todo el proceso intolerante al final eran tolerantes a los 5 años.
Hay datos clínicos que pueden servir para predecir su persistencia: inicio antes del mes, síntomas inmediatos, con dosis bajas (menos de 10 ml), presencia de otras alergias alimentarias (como alergia a huevo), asma concomitante, rinitis alérgica o reacción a la introducción de leche horneada. También, predicen persistencia: un tamaño de pápula ≥ 5 mm, valores altos de IgE específica y un escaso descenso en estos valores durante la evolución.

Una herramienta que puede ayudar a evaluar y cuantificar la evolución de los síntomas en el paciente con APLV es un score de síntomas relacionados con proteína de leche de vaca, que tiene en cuenta si hay clínica general, cutánea, gastrointestinal y respiratoria, dando una puntuación que hay que comparar con la obtenida en las sucesivas revisiones para valorar la evolución; no debe emplearse en el diagnóstico, solo en el seguimiento.

Reacciones alérgicas inmediatas: Aparecen desde unos minutos a dos horas después de la ingesta de leche. Suele presentar sensibilización mediada por IgE (con pruebas cutáneas y/o IgE específica positivas), con clínica cutánea (70-75%), digestiva (13-34%), respiratoria (1-8%), afectación de más de un órgano (26%) y anafilaxia (1-4%).

Los síntomas de la anafilaxia: Pueden ser urticaria local o generalizada, angioedema; síntomas digestivos (vómitos, diarreas); respiratorios (disnea, broncoespasmo); cardiovasculares (hipotensión); asma y rinitis secundaria; neurológicos (temblores, confusión); reacciones gastrointestinales; quizás aparezcan también como rechazo al biberón, llanto e irritabilidad, edema en los labios o molestias en la deglución.

Opciones de leches infantiles para alergias a la PLV

Evidentemente, los bebés que han desarrollado alergia a la leche de vaca, en primer lugar, deberían alimentarse solo con leche materna, aunque en ese punto existen prescripciones sobre los alimentos a tomar por las madres, eliminando como es obvio los potenciales alérgenos.

Las proteínas procedentes de la leche se tratan por hidrólisis para eliminar los péptidos de mayor peso molecular y así se disminuye considerablemente la alergenicidad de estos preparados. Estas proteínas pre-digeridas se absorben fácilmente. El sabor y olor de estos hidrolizados es desagradable por la cantidad de aminoácidos azufrados que contienen. Otros ingredientes importantes son los triglicéridos de cadena media o MCT, recordemos que éstos pasan directamente al hígado para proporcionar energía. Comercialmente existen hidrolizados de suero, caseína y de ambas. Las fórmulas extensamente hidrolizadas sin lactosa también se denominan “fórmulas semielementales”; aunque dependiendo del grado de sensibilidad al alérgeno pueden provocar alergia.

“Formulas a base de soja” y “de soja y colágeno de cerdo”, en el caso de soja existe un porcentaje elevado de población (14%) de bebés que pueden reaccionar a estas formulaciones, por lo que no son adecuadas para toda la población alérgica. Algunos pueden desarrollar proctocolitis o enterocolitis, recordando que la enterocolitis se refiere a la inflamación del tracto gastrointestinal, incluyendo el colon, mientras que la proctocolitis se refiere a la inflamación del recto. La proctocolitis o enterocolitis pueden ocurrir entre el 25% y el 60% de los pacientes que reaccionen a las fórmulas de soja, por lo que muchas veces se desaconsejan las fórmulas a base de soja para el tratamiento de la PLV.

Fórmulas parcialmente hidrolizadas

Sin otra explicación, se refieren a formulas hidrolizadas en trozos de peso molecular elevado que rompen las uniones de las proteínas de la leche y del suero. Estas fórmulas tampoco son aconsejadas para la población alérgica a la leche.

Fórmulas extensivamente hidrolizadas

Usualmente, estas fórmulas son hipoalergénicas y ofrecen una completa nutrición para los bebés que no pueden digerir las proteínas completas de la leche. Están indicadas tanto para la población alérgica como para la población intolerante. Normalmente hidrolizan las caseínas (recordemos que son de las proteínas que más alergia causan). Se sabe de estas fórmulas que el 90% de los pacientes no reconocen como alérgenos a los trozos remanentes de proteínas. También se utilizan en poblaciones diagnosticas de malabsorción.

Fórmulas basadas en aminoácidos

Estas fórmulas se conocen como formulas “elementales” y ofrecen una perfecta y completa nutrición para los bebés alérgicos e intolerantes. Son las mejores para tratar a la población que no tolera las fórmulas extensivamente hidrolizadas.

El consejo farmacéutico

Evidentemente, el farmacéutico debe aconsejar en función de la realidad alergénica e intolerante del paciente cuáles son las leches infantiles que pueden contribuir a la mejora de la sintomatología alergénica e intolerante, mientras que esta puede debutar en el cambio de la alimentación de leche materna a preparados infantiles, lo que sitúa la alergia e intolerancia sobre los 6 meses de vida, aconsejando que durante este tiempo el bebé sea alimentado con leche materna. Además, se sabe que antes de los 5 años muchos niños remiten la sintomatología, lo que redundaría en el hecho de saber escoger que leche infantil es la adecuada a cada problema, porque es básico para la mejora de la vida del bebé y la disminución de la incidencia de alergias e intolerancias.

Otro aspecto que no hemos tratado en este artículo es de los otros ingredientes básicos en el diseño de todo tipo de leches formuladas. Recordar el aporte de aminoácidos (como la taurina, que metabólicamente no se puede sintetizar en los primeros meses de vida), o de nucleótidos con funciones inmunomoduladoras, lipídicas y digestivas, mejorando la biota intestinal y la maduración del tracto digestivo. No hay que olvidar tampoco la necesidad de DHA (púrpura visual), y también de EPA, para el sistema cardiovascular.

En definitiva, es básico para los padres que el farmacéutico les oriente en el producto a elegir y evitar tanto para ellos como para los bebés las dificultades y trastornos que afectan a los bebés con PLV.

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Halley
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