A raíz de darse a conocer el proyecto de decreto de la Comunidad andaluza por el que se contempla que los Colegios de dicha Autonomía dispongan de laboratorios de formulación donde “excepcionalmente” se puedan elaborar fórmulas, no podemos resistirnos desde la Asociación Española de Farmacéuticos Formulistas (AEFF) a tener serias dudas de que esta disposición sea un marco legal que encubiertamente permita que los laboratorios de dichos colegios fabriquen y vendan los medicamentos a los farmacéuticos que se lo encarguen, como ya pasa en otros colegios de Autonomías diferentes. Tenemos dudas y reflexiones.
Dudas importantes, como ¿qué se entiende por excepcional? ¿cuál será la frontera entre excepcional y habitual? Demasiado ambiguo el concepto “excepcional”. Y aquí viene la primera reflexión: la competencia que tienen las Autonomías para legislar sobre medicamentos y autorizar a los Colegios Profesionales como entidades legalmente reconocidas.
Desde AEFF entendemos que la Agencia Española del Medicamento es la única entidad capacitada para este reconocimiento, según los artículos 42 y 43 de la Ley 29/2006, donde establecen que las fórmulas magistrales se elaborarán en las oficinas de farmacia y servicios farmacéuticos, permitiendo encargar la elaboración de algunas de sus fases a una de las entidades previstas en dicha ley. Es decir: a otra oficina de farmacia o servicio farmacéutico. Llegado a este punto se admite una excepción, en base al artículo 67.2 de la misma ley, por el que se puede encargar a una entidad, legalmente autorizada por la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios, la realización de alguna fase de la producción. Por ello llegamos a la conclusión que la autorización que se pretende conceder a los Colegios de Farmacéuticos tendría que ser tramitada y resuelta por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, careciendo las Comunidades Autónomas de competencias al respecto.
Los que llevamos formulando casi cuatro décadas hemos visto como ha evolucionado el concepto de la elaboración del medicamento individualizado. En los años 70, 80, e incluso parte de la década de los 90, las fórmulas obedecían a unos estándares de calidad que no tienen nada que ver con los que se aplican actualmente. Todavía primaba el “hágase según arte”. Bien entrado el siglo XXI las cosas se hacen de otra manera: el control exhaustivo bajo normas GMP de la materia prima por parte de los proveedores, la garantía de la cadena de frio, su no manipulación posterior ni fraccionamiento y venta “por otros” hasta la aceptación final por parte del farmacéutico en sus instalaciones, los controles de recepción de la misma, la edición documental de todas y cada una de las fases que intervienen en el proceso de elaboración, la implicación y firma responsable del farmacéutico elaborador, el propio proceso de elaboración dentro de las instalaciones adecuadas, los controles de producto terminado y la garantía de las condiciones más idóneas de mantenimiento hasta su dispensación, son norma habitual de nuestro quehacer diario.
Es decir, unos controles de calidad impuestos por ley y que cumplimos todos los que nos dedicamos a elaborar en nuestras farmacias. Por todo ello dudo, muy seriamente, si todos esos complejos pasos intermedios se cumplirán en ese mestizaje que se anuncia entre:
“Venga usted a elaborar su fórmula en nuestras instalaciones, pero tráigase la materia prima en su coche, y si no la tiene, no se preocupe; nos dice lo que necesita y nosotros se lo pedimos al proveedor, que luego hacemos los controles de recepción aquí en el mismo laboratorio, entre usted y nosotros, junto a la documentación firmada y fechada por usted pero con el logo del Colegio…”.
¿Qué garantía de calidad con tiene todo ese lío? Sinceramente lo veo tan complicado y tan tentador de saltarse todos y cada uno de los procedimientos de trazabilidad que cumplimos a diario en nuestros laboratorios, que –repito– me cuesta muchísimo creer en la viabilidad de esta opción mixta. ¿Le compensará económicamente al farmacéutico perder una mañana en desplazarse al colegio, elaborar y volver a su oficina? Rotundamente no. Si es en el mismo casco urbano del colegio elaborador malo, pero si es en el medio rural, ¿quién se lo cree? Tengo la certeza de que quien vaya a probar esa opción viajera, a la segunda o tercera vez estará tentado a pedirlo directamente a su Colegio. Pero, ¿y si resulta que en esa mañana, o tarde, hay dos, tres o cinco farmacéuticos elaborando en las instalaciones colegiales? ¿Cuánto personal contratado por el Colegio hará falta para atender y coordinar con prontitud y eficacia esta actividad solicitada?; si andan justos de personal, le tocará esperar al farmacéutico, o quizás le inviten a participar en otra elaboración en curso, o quizás le den cita, día y hora. Sinceramente, para los que estamos habitualmente entre morteros y balanzas, es muy poco creíble todo esto.
Supongamos que fuera verdad, que el Colegio se adecúa de una manera correcta a todos este andamio de incertidumbres, entonces: ¿le cobrará el Colegio este carísimo servicio por fórmula al farmacéutico semi/elaborador o lo repercutirá a la cuenta de resultados del laboratorio colegial?; si es así: ¿es lícito imputar este costo añadido también a los farmacéuticos a los que se les hace la competencia? Veremos si lo permite la futura Ley de Colegios y servicios profesionales, en donde está propuesto que el colegiado que quiera un servicio colegial lo tendrá que pagar, independiente de su cuota obligatoria.
Sinceramente, no me creo que esta opción sea viable cumpliendo todos y cada uno de los postulados legales, sin “atajos” y con el rigor deontológico que todos los Colegios están obligados a exigir a sus colegiados -por ser una de las razones fundamentales de su existencia-, y más me inclino a pensar que esto sea la puerta trasera legal de una elaboración en toda regla por parte del Colegio.
Un argumento bastante utilizado al defender la idea de la elaboración de fármacos en los Colegios de farmacéuticos, es la dispersión geográfica en muchas regiones de España. Es cierto, pero esta circunstancia no debe de servir de excusa para disculpar la elaboración colegial, pues el servicio de distribución de medicamentos, especialmente el modelo cooperativista español, es ejemplar, modélico y casi roza la excelencia. Será igualmente rápida y eficaz la entrega en el pedido diario a su cooperativa de la fórmula encargada, o a una agencia de transportes, que por el Colegio elaborador, por lo que el argumento de la dispersión no nos vale.
Estas y otras muchas preguntas nos las planteamos todos los farmacéuticos que apostamos por esta opción profesional, deseando que ojalá se extienda para que un mayor número de compañeros se animen a desarrollar esta actividad tan genuina nuestra; y queremos realizarla sin el obstáculo que pueda suponer la competencia de nuestro propio Colegio.
En resumen; desde la Asociación Española de Farmacéuticos Formulistas estamos totalmente en contra de que los Colegios de farmacéuticos, a través de sus laboratorios colegiales, elaboren medicamentos para posteriormente vendérselos a los colegiados, percibiendo unos ingresos por prestación de servicios en clara competencia con las farmacia que ejercen esta actividad, pues creemos que estas entidades colegiales tienen otras funciones diferentes que las que corresponden a los colegiados a los que representan. •
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