Dra. Leticia Alonso, Dermatóloga
En cada una de las etapas de nuestra vida, la piel tiene necesidades diferentes en función de las variaciones que va sufriendo desde que nacemos hasta que nos hacemos mayores. Por motivos fundamentalmente hormonales, la adolescencia es una de las etapas más convulsas y al mismo tiempo más cruciales a la hora de determinar qué piel tendremos en el futuro.
Cuando llega la pubertad, las glándulas sexuales y suprarrenales aumentan su actividad y empiezan a segregar grandes cantidades de hormonas, que son las responsables de los típicos cambios que se producen en el cuerpo de los adolescentes.
Lo mismo ocurre con las glándulas sudoríparas, implicadas en la producción de sudor, y con las sebáceas, encargadas de segregar la grasa necesaria para lubricar el pelo y la piel. Debido a esta hiperproducción de sebo, un fenómeno más llamativo en el caso de los varones debido a que tienen mayor cantidad de andrógenos, el pelo y la piel se engrasan con facilidad y pueden aparecer alteraciones como la seborrea o la caspa en el cabello y, sobre todo, acné, el problema cutáneo más prevalente en la adolescencia y que más vemos los dermatólogos en nuestras consultas con pacientes de esta edad.
El acné adolescente
Se caracteriza fundamentalmente por la aparición de granos en las zonas de la cara en las que se concentra una mayor cantidad de glándulas sebáceas, es decir, nariz, mentón, frente y barbilla.
También conocidas con el nombre de espinillas, estas lesiones se originan cuando el sebo producido por las glándulas sebáceas se agolpa en el conducto de salida de los folículos pilosos. Allí se junta con las células muertas y con Propionibacterium acnes, una bacteria que habita en la piel y que se alimenta fundamentalmente de grasa.
Todo ello forma una mezcla que obstruye el poro y da lugar a los granos (inflamaciones dolorosas de color rojo con o sin pus en su extremo) y a los puntos negros (tapón que forman las sustancias de desecho antes mencionadas y de color oscuro debido a la oxidación al contacto con el aire).
Tratamiento del acné
El tratamiento del acné juvenil habitual comienza por implantar una rutina constante de limpieza para evitar la obstrucción de los poros y retirar el exceso de sebo.
El dermatólogo puede indicar la aplicación de lociones y cremas con peróxido de benzoilo, un principio antibacteriano que acaba con Propionibacterium acnes y que, además, tiene propiedades comedolíticas, queratolíticas y seborreguladoras. En otras palabras, destruye el comedón, suaviza la piel engrosada con un suave efecto peeling y reduce la producción de sebo.
También es muy habitual que prescribamos retinoides tópicos para regular la producción de sebo y mejorar el aspecto de la piel, así como antibióticos en los casos de acné inflamatorio debido a la acción que tienen estos fármacos frente a las bacterias.
Según cada caso, es posible que el dermatólogo considere la posibilidad de recetar isotretinoína oral, el medicamento más efectivo para tratar el acné a pesar de la injustificada mala fama que arrastra, siendo el único tratamiento con capacidad curativa o que puede modificar realmente la evolución natural de la afectación.
En este sentido, es justo afirmar que actualmente lo administramos a un gran número de pacientes que sufren esta patología con total tranquilidad, ya que hemos conseguido una gran eficacia con dosis muy pequeñas, lo que también ha reducido considerablemente la tasa de efectos secundarios.
No obstante, también hay que insistir en que se trata de un fármaco sujeto a prescripción médica y que debe tomarse según las indicaciones del facultativo, quien ha de llevar a cabo un buen seguimiento del paciente, sobre todo cuando se trata de mujeres en edad fértil que en algún momento quieran buscar un embarazo, ya que este medicamento puede causar malformaciones en el feto.
Esto no quiere decir que las futuras mamás deban renunciar al tratamiento contra el acné, simplemente, que hay que adaptarlo a sus circunstancias.
Por fortuna, actualmente contamos con una gran cantidad de recursos, desde productos de cuidado facial hasta la medicación oral y tópica, pasando por el láser, que podemos aplicar incluso en pieles con brotes activos. Precisamente el láser es uno de los recursos que más alegrías está dando a los pacientes con acné, ya que con él podemos actuar sobre la inflamación y el enrojecimiento de la piel, la colonización bacteriana y la prevención de marcas y cicatrices.
El láser es un arma especialmente importante en aquellas personas que no toleran o no pueden usar tratamientos médicos habituales, ya que nos permite bajar la inflamación sin prácticamente efectos secundarios y sin afectar al resto del organismo.
Cuidados de la piel y el pelo adolescente
Cuidar la piel adolescente normal no es complicado ni costoso, ni siquiera aunque sufra el azote del acné. En realidad esta etapa es clave para instaurar rutinas que nos van a ayudar a tener una piel sana y bonita durante toda la vida, y se basan fundamentalmente en limpiar, hidratar y proteger del daño solar.
Limpieza. Basta con lavar la cara una o dos veces diarias con un jabón suave y agua tibia para retirar el exceso de sebo y reducir el riesgo de que los poros se taponen y salgan granos. Quien use maquillaje debe optar por cosméticos oil-free o no comedogénico y retirarlo concienzudamente siempre al final del día.
Hidratación. A continuación, hay que hidratar la piel con una loción o crema libre de aceites específica para pieles jóvenes de textura ligera y fluida para evitar la obstrucción de los poros.
Fotoprotección. Una buena rutina de cuidado de la piel no está completa sin la aplicación de un fotoprotector, un producto que debe ser de amplio espectro, con un índice SPF de, al menos, 30, y aplicarse todos los días del año, incluso cuando no brille el sol.
Hablando de piel adolescente y como dermatóloga, este es el mensaje sobre el que me gustaría hacer más hincapié, ya que la exposición y las quemaduras solares que ocurren durante la infancia y la adolescencia son el germen de los cánceres de piel que diagnosticamos en la edad adulta.
No obstante, es justo en la etapa adolescente cuando se empieza a descuidar este aspecto debido a que los adultos, en general bastante conscientes de la importancia de proteger a los niños del sol, tienen poca o ninguna influencia sobre el uso que hacen sus hijos de las cremas con filtro solar, entre otras conductas relacionadas con su salud.
De esta manera, es muy habitual que los adolescentes no solo no usen fotoprotectores con índice alto, sino que recurran a métodos de riesgo con el fin de ponerse morenos, tales como meterse en cabinas de bronceado artificial o usar mezclas caseras de productos aceitosos que, en realidad, no broncean, sino queman.
Básicos para la piel adolescente
Empezar a cuidar la piel
La adolescencia es la edad idónea para tomarse en serio el cuidado de la piel para mantenerla saludable y bonita durante siempre. No requiere mucho esfuerzo ni tampoco un gran desembolso económico. Se trata de utilizar los productos adecuados y ser constante.
Si existe acné…
Es un problema muy frecuente que, afortunadamente, tiene tratamiento. Eso sí, hay que acudir al dermatólogo para que paute el que se ajusta a las necesidades concretas de cada paciente. No hay que manipular ni explotar los granos. Evitar remedios y trucos como la pasta de dientes, tomar el sol sin protección, el bicarbonato o el zumo de limón. No funcionan y pueden dañar la piel.
El bronceado saludable no existe
El sol es la principal causa de cáncer de piel y está directamente relacionado con el envejecimiento cutáneo. Es necesario usar fotoprotector de índice elevado todo el año; existen formulaciones específicas para pieles adolescentes que evitan la aparición de grasa y granitos. Para lucir una piel tostada, se puede utilizar maquillaje o autobronceadores, y es recomendable alejarse de las cabinas de bronceado.
Buscar un tratamiento específico para cada persona
El cuidado de la piel requiere, antes de nada, llevar a cabo un diagnóstico diferencial y tratar las patologías dermatológicas que puede haber de base. Los productos y tratamientos que se ponen de moda pueden no siempre son los más adecuados.
Cuidado con el body art
Piercings, tatuajes, pocketing, scarring, dilatadores… son manifestaciones del arte corporal que, independientemente de su valor artístico o estético, implican una agresión y ciertos riesgos para la piel en forma de infecciones, cicatrices, queloides, deformidades…
Antes de someterse a cualquiera de estos tratamientos hay que sopesar estos problemas y tener en cuenta que, en caso de que no queden bien o se cambie de opinión, revertirlos no es sencillo, no se logra de un día para otro y tampoco suele ser barato. Además, normalmente es más doloroso deshacerse uno de estos adornos que colocarlo.
Visitar al dermatólogo una vez al año
Aunque no existan patologías cutáneas, hay que procurar acudir al dermatólogo regularmente para que controle el estado de la piel, recomiende cuidados específicos y revise los lunares y manchas. Es el método más efectivo para detectar a tiempo cambios potencialmente malignos.
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