Los baños de sol deben tomarse siempre con las debidas precauciones para evitar problemas de salud graves, cuanto antes se empiece a prevenir, mejor. En el caso de los niños es aún más importante velar por una adecuada protección solar, ya que la piel infantil es mucho más sensible que la adulta al no tener desarrollados todavía sus mecanismos naturales de protección.
Fotoprotectores pediátricos
La piel es el órgano encargado de proteger el medio interno frente a los agentes externos. Si hablamos de proteger la piel del niño, el bloqueo de los rayos ultravioletas es una de las funciones endógenas básicas de la piel, ya que de toda la radiación que recibe un ser humano a lo largo de su vida, entre el 60%-80% la recibe durante su infancia y adolescencia, hasta los 18 años de vida.
Los mecanismos de protección natural de la piel del niño no son los mismos que los de los adultos debido a que tiene un desarrollo incompleto, por lo que es necesario hacer uso de productos formulados bajo esta perspectiva, y ello justifica el uso de fotoprotectores llamados “pediátricos”.
A continuación trataremos algunas preguntas que nos suelen hacer en la farmacia en referencia al uso de fotoprotectores infantiles:
¿Desde qué edad puedo exponer poner a mi hijo/a al sol? ¿Por qué la piel del bebé se puede quemar con más facilidad?
La respuesta la encontramos en el mecanismo de formación de melanina, el pigmento que nos protegí de las radiaciones solares , al filtrar las radiaciones UV nocivas. Durante el baño de sol, los rayos UV inciden en la piel y producen una reacción de oxidación con la melanina que, además de absorber la radiación dispersa, tiene efectos antioxidantes, reduce radicales libres y regula el metabolismo de calcio y zinc. Ello explica su papel fundamental en la protección ante el estrés oxidativo, evitando la formación de radicales libres y sus consecuencias.
En el caso de los bebés, hasta los 3 meses la capacidad de formar pigmentos protectores de la piel es inexistente, y hasta los tres años está poco desarrollada, por lo que los pediatras recomiendan la no exposición al sol directo hasta los 3 meses y la fotoprotección rigurosa hasta los 3 años, ya que el sistema de formación de melanina no se completa hasta la pubertad.
¿Por qué los protectores infantiles tienen filtros solares frente al UVB y UVA? ¿Es necesario protegerse también frente a los rayos IR?
El sistema inmunológico de la piel infantil no está totalmente desarrollado, de modo que la capacidad inmunosupresora de la radiación solar puede verse multiplicada por 10. Los UVB son la radiación responsable de los daños sobre las células de Langerhans y de mermar su efecto protector sobre la piel, y los UVA son los responsables de desencadenar las llamadas alergias solares que se manifiestan por la erupción de la piel del escote, espalda, antebrazos y manos, que se manifiesta con picor y sensación de quemazón.
La radiación UVA tiene efectos a largo plazo como el fotoenvejecimiento de la piel, que es una de las causas más importantes del envejecimiento prematuro y se caracteriza por una elastosis, intensa sequedad cutánea, arrugas muy marcadas, flacidez, falta de elasticidad, hiperqueratosis e hiperpigmentaciones.
Añadir que en estudios recientes se ha evidenciado que los rayos infrarrojos (IR) poseen una energía calorífica importante. Dicha energía magnifica la producción de radicales libres además de ser los responsables de la pérdida de agua cutánea. Asimismo potencian los efectos adversos de los ultravioletas, tanto de los UVA como de los UVB. Por lo tanto, es imprescindible la presencia de filtros frente a la radicación IR.
¿Es importante el aporte de sustancias hidratantes en la composición del fotoprotector pediátrico?
Durante el desarrollo de la piel del niño la epidermis evoluciona, comienza el engrosamiento de la capa córnea y la formación del manto hidrolipídico. La función principal de la capa córnea es la de actuar como barrera ante distintas agresiones, como las radiaciones solares. Se estima en 8-10 años el tiempo necesario para que estructuras como las glándulas sudoríparas adquieran cierta madurez. El bebé no tiene normalizada la sudoración, ni la función termorreguladora, ya que no es capaz de ejercer un control neurológico sobre su sistema glandular aunque éste se haya desarrollado totalmente. El manto hidrolipídico característico de la piel del niño es menos resistente, más escaso y tiene una capacidad protectora significativamente inferior que la piel adulta.
Por tanto, la escasa o nula sudoración así como una pobre lubricación de la piel por la escasez de glándulas sebáceas que todavía son inactivas en las primeras etapas de la vida, hacen que la película hidrolipídica y el manto ácido protector sean relativamente débiles. Lo que se traduce en una tendencia a la sequedad.
En las fórmulas de los fotoprotectores pediátricos es recomendable incluir sustancias emolientes e hidratantes, como el pantenol o el aloe vera, que además de reforzar el manto hidrolipídico evitan los posibles daños eritematosos del sol.
¿Es importante añadir sustancias antioxidantes, como la vitamina E?
En algunos preparados se añaden agentes antioxidantes, como la vitamina C y E, que actúan directamente en la piel, eliminando los radicales libres de oxígeno generados por la radiación UV que el fotoprotector no bloqueó en el estrato córneo. Aumentan de este modo tanto la eficacia como la seguridad de los fotoprotectores.
¿Es necesario que las fórmulas sean resistentes al agua y que se adhieran de una manera más consistente a la piel del niño?
Por la propia actividad infantil, el hecho que un protector solar sea resistente al agua lo hace más seguro, tanto en las presentaciones en spray, loción o bruma, y como recomendación, aunque los fotoprotectores indiquen “resistencia al agua”, se aconseja repetir la aplicación después de un baño prolongado (más de 20 minutos).
¿También se debe prevenir el envejecimiento en los fotoprotectores pediátricos?
La piel tiene mecanismos de reparación del ADN, sin los cuales se podrían llegar a producir graves daños genéticos y, consecuentemente, diferentes mutaciones. La piel tiene una capacidad determinada de reparación del ADN, y en la piel de los niños dicha capacidad está aún mermada. Para ofrecer una mayor capacidad dermoprotectora podemos añadir componentes que preserven las estructuras celulares de potenciales alteraciones por la acción de los UV, como la carnosina, que evita la glucosilacion de las proteínas.
Características de un cosmético fotoprotector para niños
1) Sin alcohol en la composición del fotoprotector. A diferencia de las cremas solares para adultos, no se debe utilizar alcohol, o el porcentaje ha de ser lo más bajo posible, para evitar la sequedad de la piel.
2) Mayor porcentaje de filtros físicos. Las cremas solares pediátricas suelen estar formuladas con mayor porcentaje de filtros físicos que químicos. La razón es que son filtros más inocuos para la piel, pues su grado de absorción por la epidermis es casi nulo al estar formado por polvos inertes constituidos por pequeñas partículas. En los productos solares para adultos se utilizan mayor proporción de filtros orgánicos (químicos), ya que estos disminuyen el efecto blanquecino, que tan poco gusta a los adultos.
Los filtros físicos bloquean la radiación, y su capacidad de protección viene determinada por el índice de refracción, el tamaño de las partículas y la dispersión. Sirven como barrera física que refleja y dispersa las radiaciones solares, cualquiera que sea su longitud de onda. El TiO2 y el ZnO protegen eficientemente frente a UVB y UVA. Debido a que se trata de polvos inertes, no son ni irritantes ni sensibilizantes, pero dan a la piel un aspecto blanquecino que los hace poco estéticos. Para evitar este inconveniente, hoy se utilizan el ZnO y el TiO2 micronizados, que reflejan menos la luz visible y por tanto dan un aspecto más transparente, mejorando así sus propiedades estéticas.
Cuando se está aplicando el fotoprotector a un niño, a veces quien lo aplica (padres, cuidadores, etc.) prefiere esta característica de efecto blanquecino para visualizar la zona ya aplicada.
3) Sin conservantes, ni perfumes sintéticos. Dado que la piel del niño es más susceptible de reacciones alérgicas, el formulador ha de evitar o minimizar la utilización de conservantes y perfumes. Si el niño utilizase un solar para adultos, podrían producirse reacciones alérgicas a algunos de estos elementos.
La alternativa más saludable para perfumar un fotoprotector pediátrico es el uso de extractos como la “citronella”, que además de dar un olor natural al cosmético tiene un efecto de repelente de insectos.
4) Más untuoses. Los fotoprotectores para niños son fórmulas generalmente más oclusivas y untuoses. Por tanto, deberían dejar de utilizarse cuando la piel comienza a tener mayor secreción sebácea por la acción de las hormonas sexuales, es decir, en la pubertad. En esta época de la vida, aunque la piel no está desarrollada en su totalidad es más importante evitar la formación de granitos, espinillas etc., para que el adolescente no asocie con brotes de acné la utilización del producto de protección solar, y deje de utilizarlo.
Conclusión
En los niños el daño solar es máximo y acumulativo, de forma que una nula, escasa o inadecuada fotoprotección aumenta significativamente el riesgo de desarrollar cáncer en la edad adulta. Todas estas características justifican la importancia de recurrir permanentemente, y no únicamente en los meses de mayor insolación, a una fotoprotección activa para los más pequeños.
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