Los consumidores optan por “productos listos para el consumo, y reducen la ingesta de azúcares y proteínas de origen animal”. De la misma forma, se registra una “preferencia por la compra de productos como el aceite de oliva virgen extra o chocolates con mayor contenido de cacao”. Sin embargo, el consumo en los hogares ha reflejado un “descenso” en la adquisición de alimentos como la carne, pescados frescos y congelados, mariscos y moluscos, y frutas secas, azúcar y pan.
Por su parte, la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) se muestra favorable a “la implementación de hábitos saludables y al seguimiento de un patrón de dieta mediterráneo a fin de prevenir enfermedades crónicas y mantener un estado de salud óptimo”, subraya el doctor Francisco Botella Romero, miembro del área de Nutrición y vocal del área asistencial y de comunicación de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición.
Sociedad y alimentación
Si bien las tendencias reflejadas en el estudio llevado a cabo por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación indican un cambio en los hábitos de alimentación de los españoles, todavía existe una preferencia por el consumo el consumo de alimentos ricos en azúcar y grasas que “presentan una capacidad saciante menor”, apunta Francisco Botella Romero.
“La sensación de saciedad está determinada por la coordinación de sistemas hormonales gastrointestinales y de neurotransmisores químicos en diversas áreas específicas del cerebro”, explica el doctor Botella. De esta manera, factores como la densidad energética, el porcentaje de proteínas sobre las calorías totales, la cantidad y el tipo de fibra, “determinan el índice de saciedad”, subraya.
El hipotálamo, recuerda el vocal de comunicación la SEEN, es el área del cerebro que “controla el apetito” y es el encargado de “enviar mensajes del tipo: tengo hambre o no tengo apetito”. Asimismo, cuando ingerimos alimentos “placenteros” – ricos en azúcar y grasa- se “activan determinados neurotransmisores que tienen relaciones complejas con estados de ansiedad, depresión o de compensación frente a frustraciones o inhibiciones psicológicamente relevantes”.
Así, se refiere a los refrescos, las patatas fritas, los pasteles y los helados frente a aquellos que destacan por su valor nutricional con “un mayor contenido en proteínas o en fibra” caracterizados por su “mayor poder saciante”. Por ejemplo: carnes y pescados grasos, frutos secos y legumbres.
Asimismo, “el consumo de alimentos en el ser humano está muy influenciado por patrones culturales, hábitos horarios, circuitos de `recompensa`, y sensaciones cerebrales placenteras que tienen poco que ver con la nutrición y mucho con patrones de conducta ancestrales que nos remontan a épocas de escasez y a adaptaciones de supervivencia frente a circunstancias adversas”, apostilla Botella.
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